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jueves, 7 de junio de 2012

La trampa del acertijo


 Esta es la historia que hace un tiempo se llevó un tercer premio:

Aquí estoy, completamente sumida en la oscuridad, hace bastante frío y gracias a mis sentidos puedo percibir que me encuentro en un estrecho pasillo largo y angosto, las paredes al tacto se encuentran gélidas y rugosas, deben estar hechas de ladrillo, y lo peor de todo, creo que estoy completamente sola.       Supongo que os preguntaréis como he llegado hasta aquí, la respuesta os la puedo contestar, solamente escuchad con claridad:
   Estaba yo tan tranquila en mi habitación azul, tirada en la colcha azul de mi cama, escuchando música en mí MP3 que me habían regalado por Navidad, cuando entra mi madre:
   -Te llama Laura.
   Antes tengo que decir que mi madre tenía unos preciosos rizos rubios y castaños que le caían por la espalda. Laura era una de mis mejores amigas. Me acerqué el teléfono al oído y  saludé:
   -Hola, Laura. ¿Qué pasa?
   -Hola, Elena, me preguntaba si querrías quedar, van a venir los demás -dijo ella.
   -Vale, pero, ¿a qué hora? -le pregunté.
   -Pues sobre las seis -me contestó.
   -Bien no hay problema, como hoy es viernes…
   -Genial, hasta luego -se despidió.
   -Hasta luego –dije yo.  
    
    Después de esta “trepidante” conversación telefónica, mi madre me mira y:  
     -¿Qué quería Laura?
     -Que si podíamos quedar ahora
     -Sí, será bueno qué te dé el aire.
   -Bien -le agradecí. Me puse unos vaqueros, una camiseta verde y me calcé mis zapatos favoritos, eran azules indudablemente, y me fui a la calle.
      Cogí mi bicicleta y me fui pedaleando hasta el parque donde habíamos quedado, era el parque central de Aicrum, así lo llamábamos nosotros, ya que era el parque más grande de todos, en realidad no se encuentra en el centro de Aicrum, pero junto a él se inicia  un precioso bosque repleto de una gran variedad de árboles, flores y animales. Este parque estaba lleno de vida, no solo humana sino de fauna y flora. Me encontraba muy a gusto en aquél parque.
   Cuando llegué no había ningún amigo mío, miré mi reloj, eran las seis menos veinte, había llegado antes de lo previsto. Me senté en el banco más cercano a esperar. En ese tiempo se me acercó un hombre que se sentó a mi lado, parecía un vagabundo, tenía un aspecto desaliñado, vestía unos pantalones medio rotos,  un jersey que debía de estar en las últimas y unos zapatos por los que ya se asomaban sus dedos. Y me preguntó:
   -Esperando a alguien, supongo.
   -Sí, a mis amigos-contesté.
   -Te parecerá raro  qué una persona tan extraña como yo te hable, ¿no es cierto?-me dijo con su voz ronca y áspera.
    -Bueno…Pues -dije un poco intranquila.
   - No te preocupes. Pero… ¡Hay, chica! Tienes mucha suerte tener  una vida tan estupenda como la tuya.
   -¿Porqué dice eso?-pregunté.
   -Porque -se dirigió a mí mirándome a los ojos y me pude fijar en que los suyos eran grises y estaban llenos de tristeza y anhelo-, yo una vez fui feliz y tenía una familia estupenda, pero  por el ansia de la codicia lo eché todo a perder -me explicó.
   -Lo siento -bajé la mirada y en esto me vino a la mente la historia de mi difunto padre, yo lo quería mucho y él a mí, pero al igual que el vagabundo lo echó todo a perder, nos dejó atrás y un día desapareció, se cree que él estaba metido en asuntos extraños, nunca se volvió a saber de él.
   -No lo sientas, la culpa la tengo yo y solo yo, y con todo esto te estoy diciendo que no desaproveches tu preciosa vida, no la desperdicies, vive cada minuto de tu larga vida, disfrútala al máximo y se feliz -me dijo.
   -Lo intentaré -prometí.
  -Eso espero…eso espero.
   Y me paré a pensar: ¿se puede saber porque este hombre desconocido me dejó caer esas palabras?
  -¿Cómo te llamas?-preguntó, aunque  parecía  saber la respuesta.
  -Elena -contesté. A pesar de que mis padres me habían dicho que no hablara con desconocidos, este me infundía simpatía.
   -Elena, un precioso nombre, ¿qué te parece si para matar el tiempo mientras esperas a tus amigos, te cuento una leyenda sobre el bosque de aquí al lado? -dijo el vagabundo.
   -¿Hay una leyenda sobre este bosque? -pregunté intrigada.
   -Claro que si, toda cosa tiene una historia y esta es una de ellas, presta atención.
   Así fue como me empezó a contar una historia muy interesante de la yo nunca había oído hablar y que ya no olvidaría jamás.
   -Cuenta la leyenda que en los solsticios de invierno y verano, el humo se asoma tras los árboles, gritos fantasmales se oyen, desaparecen chicas, por lo que nadie se atreve a adentrarse nunca en el bosque. Por eso la gente comenta que está encantado, de ahí que no se talen árboles por miedo a que los fantasmas que allí habitan se tornen contra ellos,  casi nadie ha osado pisar este bosque. -contó- Y todavía se espera a algún valiente que se adentre y resuelva ese oscuro misterio que envuelve el bosque del parque central. Y ese día está cerca de llegar -me contó.
   -Me acabo de enterar sobre esta leyenda, -comenté sorprendida- espero que descubran ese misterio, me pregunto ¿quién lo hará?
   -La persona o las personas que resolverán el misterio están más próximas de lo que parece -dijo en tono misterioso y me sonrió- y recuerda, a lo largo de tu vida pocos amigos estarán allí para ayudarte en los momentos más difíciles, y en ese momento descubrirás quiénes son tus amigos y quiénes no, porque ya sabes que los amigos de verdad son difíciles de tener, y muy pocos  para toda la vida.
   ¿Qué habrá querido decir con eso? –pensé- Y le pregunté:
   -Oiga, ¿cómo se llama?
   -Lo sabes, pero no lo recuerdas -contestó.
    - Pero… Vaya. ¡Anda! Pero si ya son la seis, mire allí están mis amigos –dije.
   Y cuando me giré para despedirme de aquél hombre…Había desaparecido sin que yo me hubiese dado cuenta.
   -¿A dónde habrá ido?-me pregunté a mi misma.
   -Hola, Elena, ¿desde cuándo hablas sola? -me preguntó Alex, el chico de ojos verdes y pelo rubio.
   -Hola, y lamento desilusionarte Alex pero no hablaba sola, estaba hablando con un vagabundo, del cual me sonaba su cara, pero no consigo recordar de que -y esa sonrisa me sonaba un montón-.
   -Pues yo también lamento decirte, que no había ningún vagabundo a tu lado –me indica Alex.
   -Menos mal, porque ese vagabundo podía haberte robado o incluso raptado-dijo alocadamente Nerea.
 -No, que va, este era muy simpático, y os aseguro que estaba hablando con alguien que se marchó sin que me diera cuenta. ¡Qué extraño!- comenté.
   -A lo mejor no lo llegamos a ver, aunque juraría que te vi hablando sola…bueno da igual –dijo Alex.
   -¿Qué vamos a hacer? –pregunté.
   -Habíamos pensado adentrarnos en el bosque, para ver porque la gente le tienen tanto miedo –respondió  Daniel, el chico de ojos azules y pelo castaño.
   -Sí, para ver si es verdad todas esas tonterías que nos cuentan los padres para meternos miedo y no entremos  en el  bosque –nos explicó Alex.
   -Adentrarnos en el bosque… pero dicen que está…encantado –dije yo recordando- podría ser peligroso.
   -Oye, Elena, en serio, ¿no te creerás esas historias, no? –dijo Daniel.     
   -No…pero.
-Pues yo estoy de acuerdo con Elena, –me defendió Laura- podría ser peligroso.
   -Y si nos perdemos, no volveremos a ver a nuestros padres y nos moriremos de hambre y de sed y…-comentó Nerea, que solía exagerar bastante.
   -Vale chicas, pero no os preocupéis que no nos vamos a alejar mucho y vamos a estar poco tiempo –dijo Alex.
Y todos nosotros nos adentramos en el bosque sin saber lo que nos esperaba, nos dirigíamos hasta la mismísima boca del lobo.
   -¡Eh, mirad! -gritó Daniel-  parece que hay algo debajo de todas esas ramas. Ayudadme a quitarlas.
  Todos nos pusimos a quitar todas las ramas y troncos que obstaculizaban el paso a un desconocido lugar. Después de quitar todas las ramas vimos una trampilla en el suelo, unimos nuestras fuerzas para poder abrirla y al final lo conseguimos. Al abrirla vimos unas escaleras que se adentraban en la oscuridad.
   -¡Qué guay! ¡Vamos a bajar para ver que hay al final de las escaleras! –exclamó Dani.
   -No deberíamos. Está anocheciendo, tendríamos que volver a casa –repliqué.
   -¿Ya es de noche? Es increíble lo rápido que pasa el tiempo –dijo Alex.
   -Elena tiene razón –dijo Laura-, deberíamos volver a casa.
   -Es verdad –apoyó Nerea-, ese pasadizo podría estar lleno de bichos asquerosos y seguro que al fondo de la escalera hay un gusano gigante listo para comernos.
   -No te pases, Nerea, allí abajo seguro que no hay ningún gusano, además será divertido, viviremos nuestra propia aventura –dijo Daniel
   -Venga, vale, vamos a bajar –dije.
   Y ahora, a pesar de todo, me arrepiento de haber cedido, nunca debimos bajar, pero… sigamos con la historia.
   Daniel bajó primero, y cuando llegó al final de la escalera, nos gritó:
   -¡No hay nada que temer, bajad!
   Al llegar nos encontramos con dos pasadizos y nos dividimos: Alex, Laura y Daniel fueron por el corredor izquierdo, y Nerea y yo por el derecho. Mientras íbamos caminando, Nerea me susurró:
    -Tengo miedo Elena y aquí hace frío, ¿qué pasa si nos perdemos?
   -Tranquila, no nos perderemos –respondí, aunque yo también tenía miedo-, Nerea…-nadie respondía- ¡Nerea! –me giré y  Nerea ya no estaba allí-.
   Y así es como llegué a quedarme sola en la oscuridad de aquél pasillo largo y angosto. Pero, un momento, alguien viene y lleva una antorcha, si son los raptores de Nerea vendrán a por mí también, tengo que esconderme donde sea, me pegaré a un hueco de la fría pared y con suerte no me verán.
 Momentos antes un encapuchado silenciosamente le tapó la boca a Nerea y le dio un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Al otro extremo del pasillo alguien gritaba:
 -¡Elena! ¡Nerea! ¿¡Dónde estáis!? -cuando de pronto alguien asestó un golpe en la cabeza-, ¡hay! ¿Quién ha sido? –Daniel se fijó más en la silueta que la aporreaba- ¡Elena! Tranquila, que soy yo, Dani.
   -¿Dani? ¡Oh! Cuánto lo siento, creía que eras un hombre que venía a raptarme –dije.
   -¿Por qué iba yo a querer raptarte?
   -Pues…
   -Da igual, pero… ¿Dónde está Nerea? –me preguntó.
   -¡Se la han llevado o ha desaparecido! –dije histéricamente.
   -Tonterías, seguro que se habrá ido por su propio pie –dijo Daniel en tono vacilón-, ya sabes lo miedica qué es…
   Molesta por el comentario que había dicho Daniel le grité:
 -¡Ella no es una miedica, ella nunca me abandonaría!…Pero de todas formas… ¿Dónde están los demás?
   -A Laura le pareció que sería peligroso que fueseis solas y Alex me aconsejó que viniera –respondió.
   -Claro –dije sin creérmelo del todo.
   -De camino vi que la trampilla se había cerrado, intenté abrirla pero no pude, o sea, que si queremos salir de aquí tendremos que seguir adelante –afirmó  Daniel.
   -Han sido ellos… –dije atando cabos en mi mente.
   -¿Ellos? –preguntó Dani.
   -Sí, ellos, los que cogieron a Nerea, ella no se fue sola, sino que se la llevaron. Desde que entré en este pasadizo tengo la sensación de que nos espían –apunté.
   -Si lo que dices es cierto lo mejor será que sigamos adelante –me dijo Daniel.
  -Si tú lo dices…
  Mientras, en el otro pasadizo:
   -¿Estás bien Laura? –preguntó preocupado Alex.
   -Bien, gracias, pero todavía me duele –respondió ella.
   -Nunca pensé que Dani nos fuese a hacer tal cosa cómo dejarnos inconscientes –dijo Alex.
   -Ya ves, espero que Elena esté bien –dijo Laura con temor.  
  -Tranquila, Elena sabe defenderse sola,  por si acaso sigamos adelante.
 Elena y Daniel llegaron al final del pasadizo y se postraron entre unas rocas para poder ver mejor lo que ocurría en la sala continua, en su interior había un grupo de personas, todos encapuchados y vestidos de negro rodeando un altar y encima de él se encontraba el cuerpo de Nerea.
   Intenté gritar, pero no pude, me había quedado muda de horror, notaba que unas lágrimas discurrían por mi rostro, Daniel intentaba compadecerme pero no lo conseguía. Y entonces unas manos ásperas me agarraron con violencia, grité y grité pidiendo ayuda a Daniel y perdí el conocimiento.  
Desperté confusa y dolorida, tenía atadas las piernas y los brazos, me encontraba encima del altar donde momentos antes había fenecido mi amiga  Nerea.  Oía unas voces de fondo, giré la cabeza, los encapuchados estaban a mí alrededor entonando un cántico extraño, pero no vi a Daniel. Me volví a desmayar de lo débil que estaba y pensé que seguiría el mismo destino que mi amiga.
 Escondidos en la oscuridad se encontraban Laura y Alex, habían visto lo ocurrido desde que me ataron. 
    Se aterraron al ver el cuerpo sin vida de Nerea,  y no iban a permitir que eso también le ocurriera a Elena:
   -¿Qué vamos a hacer? Tenemos que rescatar a Elena, pero… ¿Cómo? -preguntó angustiada Laura- ¿Se te ocurre algo Alex?
   -Habrá que despistarlos…haciendo fuego –respondió el aludido.
   -Y, ¿cómo piensas hacer fuego? –dijo Laura
   -Fácil, es casualidad pero traigo unas cerillas y allí creo que hay unos cartones, acerquémonos, hemos de intentarlo –y se dispuso a hacerlo- bien ya está, ahora dejemos que corra el fuego y los despiste.
   -Esperemos que funcione –dijo esperanzada Laura.
   Y lo consiguieron,  los desconocidos pararon  sus cánticos fantasmagóricos e intentaron apagar el fuego, que se había extendido rápidamente y amenazaba con dejarlos sin salida.
   Me desperté, olía a quemado y la visión de mi padre en el parque me dio fuerzas.  
-Despierta, Elena, no te rindas hija mía.
  -Despierta Elena –gritaba Laura.
  -¿Laura? ¿Dónde estoy? –dije.
  -¡Elena! Gracias a Dios que estás bien, venga ayúdame a desatarte, no es momento de explicaciones –explicó Laura.
   La ayudé cómo pude, me fijé  que los encapuchados intentaban sofocar el fuego, cosa que estaban consiguiendo, y cuando Laura y yo nos disponíamos a escapar, junto con Alex, que corrió en nuestra ayuda, nos cerraron el paso rodeándonos en círculo, uno de ellos se adelantó, parecía ser el jefe y se dirigió a nosotros:
   -Bienvenidos mis queridos rehenes, os preguntareis ¿quiénes somos? y ¿qué hacemos –nos dijo-, ¿no es cierto? Somos la Organización XIII y rendimos culto al Dios Hades, para ello los días de solsticio como hoy hacemos un sacrificio de tres chicas para que Hades no desate su furia sobre nosotros y no nos convierta en seres imperfectos como lo son las mujeres –explicó.
   -¡Sois seres despreciables, habéis matado a Nerea, y queréis hacer lo mismo con nosotros! –gritó Laura enfurecida.
   -Pero… ¿Dónde encaja Dani en todo esto? –preguntó Alex.
   En ese instante Daniel apareció entre los encapuchados.
   -Yo fui él que os persuadió para que vinierais aquí abajo, yo cogí a Nerea, –dijo dirigiéndose a mi-, Elena era mentira eso de que Alex y Laura habían dicho que viniera a protegerte, los dejé inconscientes y vine a por ti.
   - Pero yo creí que eras nuestro amigo ¡Traidor! –le escupí.
   -Grita todo lo que quieras porque serán las últimas palabras que digas –dijo Dani amenazándome.
   -Un momento, denos una oportunidad de escapar, háganos una prueba –dijo Alex dirigiéndose al jefe:
-Está bien, os diré un acertijo, si falláis morís y si acertáis os vais, escuchad: un copista propone reorganizar la sala de miniaturas. Clarisa quiere ir detrás de Esteban, pero éste también quiere ir detrás de Clarisa. ¿Cómo se resuelve este problema? –dijo el jefe.
    Yo pensé que no podía ser tan fácil, pero lo consulte con mis amigos y respondí:
   -Basta con colocarlos espalda contra espalda.
   -Es correcto… ¡Prendedlos! – ordenó el jefe.
     En vista de la trampa, Alex encendió una cerilla y la echó en un montón de cajas y cartonajes apilados en la estancia. Todo se incendió y de Dani nunca más se supo. Elena, Laura y Alex consiguieron escapar y volver al parque, pero nunca consiguieron explicar  una aventura que jamás olvidarían.

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