background: url(URL de la imagen) no-repeat center center fixed; background-size: cover; expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

sábado, 1 de septiembre de 2012

Proyecto Tierra Capítulo 9


 Pese a que era un día bastante soleado, para mí lo era nublado. Iba vestida de negro, lo que reflejaba mi estado de ánimo.
 Había una chica sentada en un banco de la plaza del Ayuntamiento, tendría quince años. Lo único que hacía era quejarse, pobre del que se encontrase al otro lado de la línea telefónica:
 -No soporto este estúpido pueblucho al que nos hemos mudado, odio a mis padres ¿cómo han podido alejarme de mis amigos? ¡¿De mi vida?! Siempre me están jodiendo.

Yo también me mudé una vez y no fue tan malo, quizá piense así porque, por aquel entonces, era pequeña.
 En el fondo, alejarte de la casa donde naciste, de las personas que una vez conociste, sabiendo que posiblemente no las volverás a ver, es doloroso.
 Me hago sufrir a mí misma cada vez que recuerdo mi vida pasada. Muchas veces me pregunto cómo sería mi vida e incluso yo misma si siguiese viviendo en mi ciudad natal. Pero ahora vivo en este pueblo y soy feliz aquí.
 Lo mejor sería alejar los recuerdos de mi infancia de mi mente.
 Aparté la vista de aquella chica que seguía despotricándole al móvil y me centré en una conversación más importante que la de ella:

 -La reunión del alcalde con el Presidente está concertada para hoy -dijo Lynn.
 -Lo más normal es que ambos estén compinchados, ¿no? –supuse.
 -Exacto –Lynn esbozó una media sonrisa– pillas las cosas bastante rápido. Has hecho un buen fichaje con ella, Jude.
 -¿Fichaje? No recuerdo el momento en que nos pusimos a hablar de deportes.
 Lynn puso los ojos en blanco y bufó, Jude soltó una carcajada y me sonrió. Me sonrojé tontamente y aparté la mirada.
 -¿Me he perdido algo? –preguntó Harry.

 Recuerdo que fue un 15 de julio cuando conocí a Lynn. El pelo rubio lo llevaba recogido en una trenza y un mechón de pelo apuntando hacia arriba para parecer a cierto personaje japonés.
 Jude nos contó  que Lynn era una vieja amiga suya que trabajaba en el Ayuntamiento y les informaba de todos los movimientos del alcalde, ya que este recibía órdenes directas del Presidente, Russell, bueno, casi todos los movimientos, de su último ataque a la base no nos pudo avisar.

 -Y tras este breve lapsus en el que parece ser que Harry andaba un poco perdido…
 -¡Eh! –La interrumpió Harry- no estaba perdido –rechistó.
 -Claro que no lo estabas, ¿cómo iba a perderse alguien tan mono como tú? –no conseguí saber si Lynn sonrió burlonamente o sinceramente.
 Harry sonrió un poco, como si le diese vergüenza.
 La voz de Jude rompió el silencio en el que nos habíamos quedado sumidos.
 -Gran parte de las personas que trabajan en el Ayuntamiento no son de fiar, muchos acatan las órdenes de Vulcanus.
 -Y a parte de ellos -siguió Lynn- hay unos cuantos guardias que vigilan los sótanos donde mantienen retenida a vuestra querida Arizona.
 -¿Qué hacemos para llegar a los sótanos? –pregunté.
 -Buscarlos y entrar en ellos, digo yo, ¿no? –esta vez sí que sé que sonrió burlonamente.
 -¿Y los guardias? ¿Cómo nos los quitaremos de encima? –preguntó Harry.
 -Vosotros sois los que tenéis “poderes”, algo se os ocurrirá
 -Gracias, Lynn, tu ayuda ha sido honorable.
 -De nada, Jude, tu ironía siempre será bien recibida. Había pensado en que yo os facilitaría la huída una vez hubieseis rescatado a Arizona. Además, en la puerta de cada celda hay una alarma que pita cada vez que se abre, a no ser que se introduzca la contraseña. Os la podré desactivar solamente durante tres minutos.
  >>En total tendréis diez minutos para entrar en los sótanos y rescatarla. Una vez pasado ese tiempo activaré los explosivos colocados en todo el Ayuntamiento.
 Y una cosa más, cuando exploten…procurad que no os pase nada – <<¿Y a mí quién me lo procura?>>
 Vi el miedo reflejado en los ojos de Lynn. No era tan valiente como quería hacer creer, en cierto modo, me recordaba a Arizona, seria, a ratos burlona, para tapar el miedo que siente.
 Lynn se dio cuenta de que llevaba un tiempo observándola, creí que me sonreiría socarronamente, pero en su lugar clavó sus ojos castaños en los míos, parecía que intentaba decirme algo que con la boca no podía. Con una simple mirada uno era capaz de levantar el estado de ánimo de alguien, de transmitir apoyo o de dañar el corazón de una persona. Tal vez, uno de mis mayores fallos fue no comprender el significado de aquella mirada.

 Un chico de estatura media se interpuso entre nosotras rompiendo el contacto visual.
 -¿Qué quieres, Harry? –preguntó Lynn.
 Harry se pasó la mano repetidas veces por el cabello, gesto que solía hacer cuando estaba nervioso.
 -Había pensado en que podría acompañarte para…protegerte –Harry terminó la frase mirándola a los ojos.
 -No necesito que me protejas. Sé cuidarme yo solita.
 Una sombra de dolor cruzó el rostro de Harry pero aún así siguió insistiendo:
 -No quiero que te pase nada.
 -Y yo ya te he dicho que no necesito tu ayuda –Lynn se levantó de la silla en la que se encontraba sentada con la intención de despedirse ya de nosotros pero él la cogió de las manos impidiéndoselo.
 -Por favor, Lynn, mírame a los ojos cuando te hablo, escúchame solo un momento, solo te pido eso.
 Lynn se mordió el labio inferior, exhaló un largo suspiro posponiendo más el momento, como si pretendiese darle más intriga pero yo sabía que no era así, estaba nerviosa.
 -Está bien… -le miró a los ojos- ¿Qué es lo qué quieres?
 -Tal vez nunca vuelva a verte -acercó su rostro al de ella.
 -¿Te gustaría volver a verme? -Pensé que debería dejarles intimidad, me sentía bastante cotilla sin apartar la vista de ellos.
 -No hay nada que deseé más en el mundo que eso. –Harry alzó la mano derecha con torpeza y le acarició la mejilla pero con miedo a que ella apartase la cara, rechazándole.
 -Entonces, volveré por ti –le dio un beso en la mejilla. En el rostro de Harry vi la sonrisa más amplia y sincera de todas las que había visto en mi vida.

Me habría gustado que se hubiesen besado en los labios y se hubiesen jurado amor eterno. Creo que soy demasiado peliculera. Supongo que esa clase de amor solo existe en los libros y las películas. A veces, me pregunto si algún día sabré lo que es esa clase de amor, si lo sentiré en vez de leerlo tanto en los libros. Busqué a Jude con la mirada pero parecía que ya no se hallaba allí. Lo que no sabía en aquel entonces era que buscaba a la persona equivocada.
 Recuerdo que había un libro que mi padre no dejaba leer a nadie, ni siquiera a mi madre.
 Una vez, cuando mi padre estaba fuera de casa, fui a su despacho y encontré el libro encima de su mesa, encuadernado en piel, cuando toqué su portada una sacudida eléctrica me recorrió todo el cuerpo, caí de rodillas al suelo, la cabeza me dolía demasiado, todo me daba vueltas. Me sentí asustada, no comprendía que acababa de suceder, pensé que iba a desmallarme cuando de pronto me agarraron por detrás, era mi padre con una expresión furiosa en el rostro, me llevó a mi habitación y me tendió en la cama bruscamente.
 -Te dije que no lo tocaras –dijo sin la menor emoción en sus palabras lo que me asustó aún más. Dicho esto se fue de mi habitación dando un fuerte portazo.
 Miré pensativa el techo blanco de la habitación. ¿Qué era lo que había sentido al tocar ese libro? ¿Qué había escrito en él como para qué mi padre no se lo dejase leer a nadie? Y el título no me decía mucho…

 -Proyecto Tierra… ¿Qué escondías entre tus páginas? –susurré.
 -¿Aria? –era Jude, parecía que llevaba bastante tiempo intentando captar mi atención.
 -No sabía que seguías aquí.
 -¿Creías qué me había ido a enfrentarme solo contra todos los guardias? ¿Me tomas por un loco suicida? Y encima, dejarte aquí para que te perdieses toda la diversión. Me decepcionas, Aria, creía que confiabas más en mí. No soy ningún loco suicida abandona personas.
 Su comentario me hizo gracia que era lo que él pretendía.
 -En mi defensa, tengo que decir que poner mi vida en peligro enfrentándome a los guardias no es una gran diversión. Yo suelo divertirme más haciendo otro tipo de cosas.
 Pese a que Jude sonrió se le veía serio.
 -No cometas ninguna estupidez, ¿vale? No quiero perder a nadie más –me acarició levemente la mejilla pero apartó tan rápido la mano que creí que me lo habría imaginado.
 Cuando dio media vuelta para dar por zanjada la conversación como solía hacer siempre, llamé su atención con una pregunta:
 -¿Sabes qué es “Proyecto Tierra”?
 -¿Dónde has oído ese nombre? –preguntó dándome la espalda.
 -No importa donde lo oí. No has respondido a mi pregunta.
 -Proyecto Tierra es algo que… nunca debió descubrirse.