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lunes, 11 de abril de 2016

Flash

Ha pasado un poco más de un año desde que te fuiste y todavía cuando llego de clase y entro a mi habitación, dejo la mochila en la cama y me acerco a la ventana. Hoy, por ejemplo, las pequeñas gotas de agua todavía permanecen en el cristal a pesar de que cesó de llover hace un rato. Admiro su capacidad para seguir adelante y abarcar mayor cantidad de superficie, desconocedoras de que el sol con sus potentes rayos luminosos terminará haciéndolas desaparecer, y con ellas todo su duro esfuerzo.
Todavía acuden las lágrimas a mis ojos cuando te recuerdo. Una vez más me pregunto por qué existen tantas injusticias en este mundo en el que vivimos. ¿Por qué tuviste que ser tú y no otra persona?
Admiro cómo conseguiste mantener la compostura a pesar de que conocías perfectamente el desenlace de tu lucha. Admiro cómo aceptaste el final.

Cuando tu corazón dejó de latir algo se resquebrajó en mi interior, te habías ido; y lo que es peor, nunca fui capaz de expresarte lo mucho que significabas para mí. Vivo con miedo de no ser capaz de expresar el popurrí de sentimientos que hay en mí, que tal vez algún día explote y no sepa qué hacer con ellos. Y es que el problema está ahí: es imposible saber cuándo abrazarás a alguien por última vez, o cuando será la última vez que podrías decirle que la querías.
Desde que te perdí vivo con ese miedo constante y sin embargo, aun no soy capaz de expresar mis sentimientos, como si temiese que esa forma de sentir no fuese recíproca, como si temiese que se perdiesen en la retahíla de palabras que los seres humanos decimos al cabo del día. Prefiero expresarme con pocas palabras. Solo necesito dos para decir “te quiero”. Solo necesito un simple movimiento de mis brazos para abrazar. ¿Para qué desperdiciar mi saliva en multitud de palabras vacías? Hablamos demasiado y hacemos más bien poco… Tampoco fui capaz de hacer nada para salvarte. Tal vez no sea capaz de hacer nada. Tal vez sea otro deshecho inútil incapaz de seguir adelante, amante de regodearse en el pasado. No puedo ayudar a todo el mundo, no puedo pretender que voy a arreglar este mundo tan espantoso en el que vivimos, un mundo en el que cada día mueren injustamente tantas personas.
Pero, ¿sabes una cosa? Todo sigue avanzando. La pregunta es, ¿cuándo lo haré yo? En ocasiones, la única forma de seguir adelante es retomar las cosas de nuestro pasado que son las que nos detienen. Tenemos que lidiar con ellas de frente, sin importar lo escalofriantes que puedan ser; porque una vez que lo hacemos, nos daremos cuenta de que podemos ir más lejos de lo que jamás imaginamos. Tú no habrías querido que me quedase atrás.


Pero esto son solo una serie de razonamientos que se pasean por mi cabeza como ya es habitual. Hoy no es un día especial. Tan solo vuelvo a alejarme de la ventana y centrarme en mis apuntes de la universidad, aunque mi mente se encuentre divagando lejos, muy lejos de aquí. Otro día más en el que te echo de menos. Quiero que lo sepas aunque nunca vayas a ser capaz de leer esto.