background: url(URL de la imagen) no-repeat center center fixed; background-size: cover; expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

domingo, 7 de octubre de 2012

El recuerdo de un día lejano

 En la vida suelen darnos bajones sin razón de ser, empezamos a ver a nuestros demonios cada vez que cerramos los ojos, hiriéndonos, matándonos por dentro y creemos que el mundo está contra nosotros, que nadie te quiere, estás solo. Todo lo ves negro, te preguntas si algún día volverás a ser feliz.  Solo quieres tumbarte en la cama, taparte hasta el cuello con las sábanas y olvidarte de todo. 
 Crees ser el desencadenante de algo, tu propia personalidad se vuelve contra ti, simplemente porque el resto de las personas no entienden tu forma de ser, no te respetan, no te escuchan, no intentan ver tu punto de vista, solamente aceptan la versión de la persona que te hace sufrir.
 El pasado nos marca, nos vuelve diferentes, ¿para bien o para mal? Depende de ti. “El pasado, pasado está” dicen, pero ¿cuán de cierto es eso? Nunca llegas a olvidarlo del todo, aquello que hizo sangrar tu corazón dejó una cicatriz, quedas marcado, empiezas a ver los sucesos de la vida de otra forma, todo tiene un significado diferente para ti.
 Dices saber escuchar, pero ¿cuánta verdad hay en ello? Escuchar lo que alguien te dice, atender a todas sus palabras, ponerse en su lugar; un pequeño y frágil entramado que lleva a formar la verdadera amistad. ¿Existe? Hasta los más amigos pueden darte la espalda, empiezas a verlos como desconocidos, lejanos quedan aquellos días en los que reías con ellos, ¿y quién no añora aquellos años de infancia en los que todos éramos amigos? Pero nos hacemos mayores, moldeamos nuestra personalidad y no a gusto de todos. La soledad la empiezas a ver cada vez más cerca. Estás solo.
 Yo solo quiero hacerte feliz cada vez que cierres los ojos, disipar la oscuridad que te rodea, abrazarte y susurrarte al oído que todo va a ir bien. No estás solo. ¿Me creerás entonces?