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domingo, 24 de junio de 2012

Proyecto Tierra capítulo 8

 Una luz a lo lejos atacó mis párpados, abrí los ojos al instante.
 -¿Aria? -reconocería esa voz en cualquier parte.
 -Estoy aquí -respondí.
 Jude me encontró agachada en medio de la más absoluta oscuridad en un pequeño recoveco, se arrodilló a mi lado enfocando la luz, una luz proveniente de su mano que se iluminaba por sí misma.
 -¿Vas a contarme qué hiciste para escapar?


 La poca luz que había en nuestra guarida se extinguió por completo.
-¿Arizona? -no obtuve respuesta- ¿Arizona? –repetí más nerviosa.
Una mano me tapó la boca y escuché la voz de Arizona susurrándome al oído:
 -Tranquila, estoy aquí, contigo, baja un poco la voz, supongo que no querrás que nos encuentren -asentí ligeramente- sígueme y no hagas ruido.
 -¿Quién nos ataca?–pregunté atemorizada a la vez que intentaba no perder de vista a Arizona.
 -Rus… -un estruendo interrumpió sus palabras, de pronto, silencio, pequeñas piedrecitas y tierra empezaron a caer sobre nuestras cabezas, y de nuevo otra vez el estruendo, se oían los gritos de los demás habitantes de la base alertando del peligro, el techo se estaba derrumbando encima nuestra- ¡Aria! ¡Escóndete!
-No te voy a dejar aquí –pretendí sonar lo más segura de mí misma posible a pesar de encontrarme en un estado de terror absoluto.
-Estaré bien, no te preocupes por mí, ¡vete! –me pegó un empujón para que saliese corriendo.
 La miré a los ojos sin saber que posiblemente esa sería la última vez que la volviese a ver, ella me sonrió poco convencida y movió los labios diciendo solamente:
-Mátalo por mí –y me dio la espalda.


  No debía hacerlo pero salí corriendo, me sentí estúpida, si alguna vez volvía a verla ya no podría mirarla a la cara, la había abandonado, solo había bastado con que ella me lo ordenase para que saliese corriendo, ¿cómo podía alguien volver a confiar mí? Me odié a mí misma, odié a Arizona por decirme que me fuese, por entrar en mi vida de esa forma, por ser la primera amiga que había tenido en mucho tiempo, por culpa de ello ahora me sentía como un estorbo, no me reconozco, ¿quién soy? “Aria” respondería ella, soy Aria.

 Arizona me mataría por sentirme así pero… debo rescatarla, debo hacerlo, ella haría lo mismo por mí.
  Encontré un pequeño recoveco, me di un golpe bastante sonoro en la cabeza al meterme en él, abracé mis rodillas y cerré los ojos, mi último pensamiento fue dedicado a Arizona y soñé.


  Hacía frio. La oscuridad lo cubría todo. Me imaginé cayendo en un pozo sin fondo, intentaba gritar pero nadie me oía, nadie acudía rescatarme, estaba sola, la luz del exterior estaba cada vez más lejos y de pronto dejé de verla. Oscuridad. Soledad.

 El sonido de unos pasos acercándose a lo lejos me despertó de mi ensoñación. La saliva sabía a sangre, intenté moverme pero no pude, me dolían mucho los músculos. Alguien abrió la puerta de lo que supuse sería mi celda, la poca luz que entró me cegó completamente.
  -Buenos días, Arizona, ¿has dormido bien? -no respondí- Espero que la celda haya sido de tu agrado.

 Esa voz… Levanté la vista lentamente y vi su pelo rojo inconfundible: Russell o también llamado Vulcanus.

 -¿Hermano? –mi voz era apenas audible, tantos años sin verlo y ahora de pronto, aparecía en mi vida y yo encarcelada por él mismo.
  -Veo que los años no han borrado tu memoria -sonrió, en cambio yo no- ¿no te alegras de volver a verme?

 Clavé la mirada en sus ojos, me levanté lentamente y me apoyé en la pared ¿por qué estaba tan cansada?
  -Tal vez te interese saber que estás drogada, por eso apenas puedes moverte, lo cierto es que es una droga bastante fuerte la que recorre tu cuerpo, según mis cálculos te quedan dos días de vida.

 ¿Iba a morir? ¿Eso era lo que me estaba diciendo? Sé que debería sentirme asustada, muerta de miedo pero no era así, la cabeza me dolía tanto que apenas le escuchaba.  Sentía que la pared me incitaba a dormir, la piedra era muy fría y raspaba pero a la vez cálida, tenía sueño, la espalda me dolía, todo me daba vueltas. Oí a mi hermano repetirme algo:

 -Si quieres vivir vas a tener que obedecerme de ahora en adelante.
  La poca saliva que me quedaba la utilicé para responderle:

 -El agua vence al fuego, siempre.
  Él soltó una carcajada.
  -Las cosas cambian, siempre fuiste demasiado débil, Arizona, y todavía lo eres.

 
-¡La abandoné! –grité a Jude a pesar de que no tenía la culpa de nada- y ese sueño que tuve… no sabía que Vulcanus y Arizona eran hermanos…
  -Es normal que no lo supieses si nunca te lo dijo -dijo cortante- eres demasiado débil, Aria, si te quedabas con ella podrías haber puesto en peligro la vida de las dos. Arizona lo único que quería era tu propia seguridad anteponiéndola a la suya -esta vez fue más suave al hablarme a la vez que se sentaba a mí lado.

 -Pues no debió hacerlo, no soy tan importante como para que la gente se sacrifique por mí.
-Para ella si lo eres.

 Y dicho esto se levantó.

 -¿Adónde vas?
  -La base ha quedado destrozada tras el ataque, lo mejor que podemos hacer y lo que debemos es rescatar a Arizona -me miró directamente a los ojos- ¿piensas quedarte aquí todo el día o nos vas a acompañar?

  No podía creer lo que oía.
  -Acabas de decir que soy muy débil, mi intención no es poner en peligro la vida de los demás -respondí burlona.

 Jude solamente sonrió.
  -Nos vemos mañana por la mañana.

  Jude, alto y rubio, Harry, bajito y cabello castaño me esperaban en el exterior. La luz del amanecer le daba una tonalidad dorada al cabello de Jude que se dio la vuelta al oír mis pasos:
  -Buenos días, Aria, veo que por fin decidiste levantarte.

 Al ir a responderle que me había perdido por culpa de tanto túnel, Jude dio media vuelta y empezó a caminar.
  Harry me sonrió tímidamente:

 -¿Vamos? -preguntó.
  Asentí.

 -¿Solo vamos nosotros tres? -pregunté
  -En principio sí, pero si la cosa se pone fea creo que Jude pedirá refuerzos aunque ahora la mayoría están intentando arreglar lo que el derrumbamiento destrozó.

 Harry me estuvo contando nuestro plan de ataque o de infiltrarnos en el Ayuntamiento sin llamar la atención de camino al edificio.

 Al final llegamos al Ayuntamiento, donde días antes había estado yo, pero todo lo que pasó antes de conocer a Arizona lo considero cosa del pasado.

 Levanté la vista y lo primero que vi fue el reloj de la ciudad en el centro del frontón de la fachada principal, de un color anaranjado, el cual dispone de carrillón. Mi padre me contó que cuando dan las horas y las medias interpreta melodías típicas de la ciudad.

 Encima de la puerta principal del balcón se encontraba un gran escudo de la ciudad escoltado por las escudo de dos musas, que representan respectivamente la abundancia y la felicidad.

 -A partir de ahora no os separéis -avisó Jude- y sí, ya sé que solo es el Ayuntamiento pero no todo es lo que parece.
  -Jude… es solo un edificio –dijo Harry.

 -Cuando salgamos te preguntaré si te sigue pareciendo un simple edificio para ver si sigues pensado lo mismo.
  -Eso será si salimos… -dije para mí misma.

 A pesar de decirlo en voz muy baja, Jude me oyó y me miró fijamente:
  -Saldremos.

domingo, 17 de junio de 2012

Proyecto Tierra capítulo 7


 Salí al frio del pasillo de este extraño lugar al que ahora tendría que llamar casa.
 La oscuridad lo cubría todo y el silencio se hacía notar, apoyada en la pared para no caerme llegué hasta una sala donde había una pequeña luz, y en su centro, un hombre alto y rubio, debí hacer mucho ruido al chocar contra una silla ya que el hombre se dio la vuelta rápidamente:
 -¿Quién eres tú? –tenía una voz muy grave.
 -Aria –tartamudeé al decir mi nombre.
 -La nueva –no era una pregunta era una afirmación.
 -Aria –repetí.
 -La nueva cuyo nombre es Aria, lo sé -sonrió- me llamo Jude. –Extendió la mano para que se la cogiese pero en vista de que no hacía ningún movimiento la apartó-. ¿Es qué no podías dormir?
 -No, todo esto es nuevo para mí.
 -Te entiendo, pero con el tiempo te acostumbrarás, es más, deberás acostumbrarte. ¿Qué te ha explicado Arizona de tu nuevo mundo, por llamarlo así? –Se lo dije y él asintió- Mañana ella te enseñará este lugar y comenzarás con tu entrenamiento.
 -¿Voy a tener que entrenar? –eso me pilló por sorpresa.
 Jude no respondió, en su lugar se dio la vuelta, entendí que esa sería su forma de dar por terminada la conversación, así que no tuve más remedio que volver a mi habitación.

 8:00 horas día siguiente. Subsuelo.

 Alguien gritando mi nombre y aporreando la puerta de mi habitación me despertó. Me levanté algo mareada de la cama y abrí la puerta. Arizona entró corriendo en la habitación como si no hubiera mañana:
 -Por fin te despiertas, es ya muy tarde.
 -¿Tarde? ¡Son las ocho de la mañana!
 -Precisamente por eso, hoy tenemos muchas cosas que hacer, Aria, venga, cambiante –se me quedó mirando y yo a ella- ¿qué pasa?
 -Date la vuelta –ella bufó y se la dio- ya estoy.
 -Pues vámonos que tienes que desayunar.
 Arizona me llevó a la cocina donde desayuné demasiado rápido para mi gusto.
 -¿Y ahora adónde vamos? -pregunté con el desayuno todavía en la boca.
 -A la sala Tierra.
 -Claro -respondí aunque no tenía ni idea de lo que era eso.
 Llegamos a un bosque, un bosque dentro de una habitación, los árboles más altos que había visto en vida se encontraban aquí, me quedé en la puerta sin poder articular palabra.
 Arizona sonrió al ver mi expresión:
 -Aquí entrenarás de ahora en adelante.
 Hice ademán de entrar pero Arizona me cortó el paso:
 -Primero tenemos que ir a la sala Aire a que conozcas a una persona, él será el que te entrene.
 Me encogí de hombros:
 -¿Por qué uno que controla el aire va a darme clases a mí?
 -Su elemento es el aire pero puede controlar los demás también, personas así solo nacen cada cierto tiempo. –Se quedó callada con la mente en otra parte.
 -¿Arizona? -Me miró como si no me comprendiese pero enseguida volvió en sí-. ¿Estás bien?
 -Claro -dio media vuelta y se fue andando a paso rápido-. ¿Vienes o qué? -me sonrió.
  Sonreí levemente y la seguí.
  La sala Aire tenía forma de una enorme cúpula y el techo era el cielo.
  -Creía que estábamos en el subsuelo –miré acusadoramente a Arizona.
  -Y lo estamos –no terminé de creerla- ¿lo dices por el “cielo”? -asentí- Es un holograma para ambientar más la sala, a veces la vida en el subsuelo es muy aburrida, demasiado túnel y oscuridad.
 -¡No, así no, vuelve a intentarlo, concéntrate más! –un hombre que parecía ser Jude le estaba gritando a un chico que intentaba crear un tornado.
 -Hey, Jude, deja al pobre chico descansar un poco, he traído a la chica –dijo Arizona.
 -Hazlo mejor la próxima vez, Harry –el chico llamado así se fue con la cabeza gacha.
 Me acerqué hasta ellos:
 -Esta es Aria, Jude, Aria este este es Jude, tu profesor.
 -Ya lo sabía –dije temblorosa.
 -¿Lo sabías? -preguntó Jude, ¿es qué no se acordaba de qué ya nos habíamos visto?
 -Ayer por la noche nos conocimos.
 -Ayer por la noche no estaba aquí.
 -Cuando nos conocimos Aria y yo, ella dijo que ya nos habíamos visto –dijo Arizona pensativa- creo que sueña el futuro.
 -¿Cómo tu hermano?
 -Como mi hermano –las palabras de Arizona estaban cubiertas de odio.
 -Creo que hemos hecho bien trayéndola aquí, podéis iros, nos veremos pronto, Aria.

 Arizona y yo nos fuimos de la sala Aire, mientras recorríamos en silencio uno de los múltiples pasillos que había allí le pregunté:
 -¿De verdad que puedo soñar el futuro?
 -De verdad que puedes, pero no sueñas cualquier cosa, eso depende de lo que quiera mostrarte tu mente.
 -Jude dijo que tu hermano también puede hacerlo.
 -Sí –respondió secamente.
 -¿Cómo se llama tu hermano?
 Arizona se quedó mirándome fijamente:
 -Haces muchas preguntas, ¿sabes? –no sonrió.
 -Lo siento...-aparté la mirada tímidamente.
  Suspiró: 
 -Mi hermano se llama R… -la alarma de emergencia empezó a sonar- nos están atacando.sonar- nos están atacando

jueves, 7 de junio de 2012

La trampa del acertijo


 Esta es la historia que hace un tiempo se llevó un tercer premio:

Aquí estoy, completamente sumida en la oscuridad, hace bastante frío y gracias a mis sentidos puedo percibir que me encuentro en un estrecho pasillo largo y angosto, las paredes al tacto se encuentran gélidas y rugosas, deben estar hechas de ladrillo, y lo peor de todo, creo que estoy completamente sola.       Supongo que os preguntaréis como he llegado hasta aquí, la respuesta os la puedo contestar, solamente escuchad con claridad:
   Estaba yo tan tranquila en mi habitación azul, tirada en la colcha azul de mi cama, escuchando música en mí MP3 que me habían regalado por Navidad, cuando entra mi madre:
   -Te llama Laura.
   Antes tengo que decir que mi madre tenía unos preciosos rizos rubios y castaños que le caían por la espalda. Laura era una de mis mejores amigas. Me acerqué el teléfono al oído y  saludé:
   -Hola, Laura. ¿Qué pasa?
   -Hola, Elena, me preguntaba si querrías quedar, van a venir los demás -dijo ella.
   -Vale, pero, ¿a qué hora? -le pregunté.
   -Pues sobre las seis -me contestó.
   -Bien no hay problema, como hoy es viernes…
   -Genial, hasta luego -se despidió.
   -Hasta luego –dije yo.  
    
    Después de esta “trepidante” conversación telefónica, mi madre me mira y:  
     -¿Qué quería Laura?
     -Que si podíamos quedar ahora
     -Sí, será bueno qué te dé el aire.
   -Bien -le agradecí. Me puse unos vaqueros, una camiseta verde y me calcé mis zapatos favoritos, eran azules indudablemente, y me fui a la calle.
      Cogí mi bicicleta y me fui pedaleando hasta el parque donde habíamos quedado, era el parque central de Aicrum, así lo llamábamos nosotros, ya que era el parque más grande de todos, en realidad no se encuentra en el centro de Aicrum, pero junto a él se inicia  un precioso bosque repleto de una gran variedad de árboles, flores y animales. Este parque estaba lleno de vida, no solo humana sino de fauna y flora. Me encontraba muy a gusto en aquél parque.
   Cuando llegué no había ningún amigo mío, miré mi reloj, eran las seis menos veinte, había llegado antes de lo previsto. Me senté en el banco más cercano a esperar. En ese tiempo se me acercó un hombre que se sentó a mi lado, parecía un vagabundo, tenía un aspecto desaliñado, vestía unos pantalones medio rotos,  un jersey que debía de estar en las últimas y unos zapatos por los que ya se asomaban sus dedos. Y me preguntó:
   -Esperando a alguien, supongo.
   -Sí, a mis amigos-contesté.
   -Te parecerá raro  qué una persona tan extraña como yo te hable, ¿no es cierto?-me dijo con su voz ronca y áspera.
    -Bueno…Pues -dije un poco intranquila.
   - No te preocupes. Pero… ¡Hay, chica! Tienes mucha suerte tener  una vida tan estupenda como la tuya.
   -¿Porqué dice eso?-pregunté.
   -Porque -se dirigió a mí mirándome a los ojos y me pude fijar en que los suyos eran grises y estaban llenos de tristeza y anhelo-, yo una vez fui feliz y tenía una familia estupenda, pero  por el ansia de la codicia lo eché todo a perder -me explicó.
   -Lo siento -bajé la mirada y en esto me vino a la mente la historia de mi difunto padre, yo lo quería mucho y él a mí, pero al igual que el vagabundo lo echó todo a perder, nos dejó atrás y un día desapareció, se cree que él estaba metido en asuntos extraños, nunca se volvió a saber de él.
   -No lo sientas, la culpa la tengo yo y solo yo, y con todo esto te estoy diciendo que no desaproveches tu preciosa vida, no la desperdicies, vive cada minuto de tu larga vida, disfrútala al máximo y se feliz -me dijo.
   -Lo intentaré -prometí.
  -Eso espero…eso espero.
   Y me paré a pensar: ¿se puede saber porque este hombre desconocido me dejó caer esas palabras?
  -¿Cómo te llamas?-preguntó, aunque  parecía  saber la respuesta.
  -Elena -contesté. A pesar de que mis padres me habían dicho que no hablara con desconocidos, este me infundía simpatía.
   -Elena, un precioso nombre, ¿qué te parece si para matar el tiempo mientras esperas a tus amigos, te cuento una leyenda sobre el bosque de aquí al lado? -dijo el vagabundo.
   -¿Hay una leyenda sobre este bosque? -pregunté intrigada.
   -Claro que si, toda cosa tiene una historia y esta es una de ellas, presta atención.
   Así fue como me empezó a contar una historia muy interesante de la yo nunca había oído hablar y que ya no olvidaría jamás.
   -Cuenta la leyenda que en los solsticios de invierno y verano, el humo se asoma tras los árboles, gritos fantasmales se oyen, desaparecen chicas, por lo que nadie se atreve a adentrarse nunca en el bosque. Por eso la gente comenta que está encantado, de ahí que no se talen árboles por miedo a que los fantasmas que allí habitan se tornen contra ellos,  casi nadie ha osado pisar este bosque. -contó- Y todavía se espera a algún valiente que se adentre y resuelva ese oscuro misterio que envuelve el bosque del parque central. Y ese día está cerca de llegar -me contó.
   -Me acabo de enterar sobre esta leyenda, -comenté sorprendida- espero que descubran ese misterio, me pregunto ¿quién lo hará?
   -La persona o las personas que resolverán el misterio están más próximas de lo que parece -dijo en tono misterioso y me sonrió- y recuerda, a lo largo de tu vida pocos amigos estarán allí para ayudarte en los momentos más difíciles, y en ese momento descubrirás quiénes son tus amigos y quiénes no, porque ya sabes que los amigos de verdad son difíciles de tener, y muy pocos  para toda la vida.
   ¿Qué habrá querido decir con eso? –pensé- Y le pregunté:
   -Oiga, ¿cómo se llama?
   -Lo sabes, pero no lo recuerdas -contestó.
    - Pero… Vaya. ¡Anda! Pero si ya son la seis, mire allí están mis amigos –dije.
   Y cuando me giré para despedirme de aquél hombre…Había desaparecido sin que yo me hubiese dado cuenta.
   -¿A dónde habrá ido?-me pregunté a mi misma.
   -Hola, Elena, ¿desde cuándo hablas sola? -me preguntó Alex, el chico de ojos verdes y pelo rubio.
   -Hola, y lamento desilusionarte Alex pero no hablaba sola, estaba hablando con un vagabundo, del cual me sonaba su cara, pero no consigo recordar de que -y esa sonrisa me sonaba un montón-.
   -Pues yo también lamento decirte, que no había ningún vagabundo a tu lado –me indica Alex.
   -Menos mal, porque ese vagabundo podía haberte robado o incluso raptado-dijo alocadamente Nerea.
 -No, que va, este era muy simpático, y os aseguro que estaba hablando con alguien que se marchó sin que me diera cuenta. ¡Qué extraño!- comenté.
   -A lo mejor no lo llegamos a ver, aunque juraría que te vi hablando sola…bueno da igual –dijo Alex.
   -¿Qué vamos a hacer? –pregunté.
   -Habíamos pensado adentrarnos en el bosque, para ver porque la gente le tienen tanto miedo –respondió  Daniel, el chico de ojos azules y pelo castaño.
   -Sí, para ver si es verdad todas esas tonterías que nos cuentan los padres para meternos miedo y no entremos  en el  bosque –nos explicó Alex.
   -Adentrarnos en el bosque… pero dicen que está…encantado –dije yo recordando- podría ser peligroso.
   -Oye, Elena, en serio, ¿no te creerás esas historias, no? –dijo Daniel.     
   -No…pero.
-Pues yo estoy de acuerdo con Elena, –me defendió Laura- podría ser peligroso.
   -Y si nos perdemos, no volveremos a ver a nuestros padres y nos moriremos de hambre y de sed y…-comentó Nerea, que solía exagerar bastante.
   -Vale chicas, pero no os preocupéis que no nos vamos a alejar mucho y vamos a estar poco tiempo –dijo Alex.
Y todos nosotros nos adentramos en el bosque sin saber lo que nos esperaba, nos dirigíamos hasta la mismísima boca del lobo.
   -¡Eh, mirad! -gritó Daniel-  parece que hay algo debajo de todas esas ramas. Ayudadme a quitarlas.
  Todos nos pusimos a quitar todas las ramas y troncos que obstaculizaban el paso a un desconocido lugar. Después de quitar todas las ramas vimos una trampilla en el suelo, unimos nuestras fuerzas para poder abrirla y al final lo conseguimos. Al abrirla vimos unas escaleras que se adentraban en la oscuridad.
   -¡Qué guay! ¡Vamos a bajar para ver que hay al final de las escaleras! –exclamó Dani.
   -No deberíamos. Está anocheciendo, tendríamos que volver a casa –repliqué.
   -¿Ya es de noche? Es increíble lo rápido que pasa el tiempo –dijo Alex.
   -Elena tiene razón –dijo Laura-, deberíamos volver a casa.
   -Es verdad –apoyó Nerea-, ese pasadizo podría estar lleno de bichos asquerosos y seguro que al fondo de la escalera hay un gusano gigante listo para comernos.
   -No te pases, Nerea, allí abajo seguro que no hay ningún gusano, además será divertido, viviremos nuestra propia aventura –dijo Daniel
   -Venga, vale, vamos a bajar –dije.
   Y ahora, a pesar de todo, me arrepiento de haber cedido, nunca debimos bajar, pero… sigamos con la historia.
   Daniel bajó primero, y cuando llegó al final de la escalera, nos gritó:
   -¡No hay nada que temer, bajad!
   Al llegar nos encontramos con dos pasadizos y nos dividimos: Alex, Laura y Daniel fueron por el corredor izquierdo, y Nerea y yo por el derecho. Mientras íbamos caminando, Nerea me susurró:
    -Tengo miedo Elena y aquí hace frío, ¿qué pasa si nos perdemos?
   -Tranquila, no nos perderemos –respondí, aunque yo también tenía miedo-, Nerea…-nadie respondía- ¡Nerea! –me giré y  Nerea ya no estaba allí-.
   Y así es como llegué a quedarme sola en la oscuridad de aquél pasillo largo y angosto. Pero, un momento, alguien viene y lleva una antorcha, si son los raptores de Nerea vendrán a por mí también, tengo que esconderme donde sea, me pegaré a un hueco de la fría pared y con suerte no me verán.
 Momentos antes un encapuchado silenciosamente le tapó la boca a Nerea y le dio un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Al otro extremo del pasillo alguien gritaba:
 -¡Elena! ¡Nerea! ¿¡Dónde estáis!? -cuando de pronto alguien asestó un golpe en la cabeza-, ¡hay! ¿Quién ha sido? –Daniel se fijó más en la silueta que la aporreaba- ¡Elena! Tranquila, que soy yo, Dani.
   -¿Dani? ¡Oh! Cuánto lo siento, creía que eras un hombre que venía a raptarme –dije.
   -¿Por qué iba yo a querer raptarte?
   -Pues…
   -Da igual, pero… ¿Dónde está Nerea? –me preguntó.
   -¡Se la han llevado o ha desaparecido! –dije histéricamente.
   -Tonterías, seguro que se habrá ido por su propio pie –dijo Daniel en tono vacilón-, ya sabes lo miedica qué es…
   Molesta por el comentario que había dicho Daniel le grité:
 -¡Ella no es una miedica, ella nunca me abandonaría!…Pero de todas formas… ¿Dónde están los demás?
   -A Laura le pareció que sería peligroso que fueseis solas y Alex me aconsejó que viniera –respondió.
   -Claro –dije sin creérmelo del todo.
   -De camino vi que la trampilla se había cerrado, intenté abrirla pero no pude, o sea, que si queremos salir de aquí tendremos que seguir adelante –afirmó  Daniel.
   -Han sido ellos… –dije atando cabos en mi mente.
   -¿Ellos? –preguntó Dani.
   -Sí, ellos, los que cogieron a Nerea, ella no se fue sola, sino que se la llevaron. Desde que entré en este pasadizo tengo la sensación de que nos espían –apunté.
   -Si lo que dices es cierto lo mejor será que sigamos adelante –me dijo Daniel.
  -Si tú lo dices…
  Mientras, en el otro pasadizo:
   -¿Estás bien Laura? –preguntó preocupado Alex.
   -Bien, gracias, pero todavía me duele –respondió ella.
   -Nunca pensé que Dani nos fuese a hacer tal cosa cómo dejarnos inconscientes –dijo Alex.
   -Ya ves, espero que Elena esté bien –dijo Laura con temor.  
  -Tranquila, Elena sabe defenderse sola,  por si acaso sigamos adelante.
 Elena y Daniel llegaron al final del pasadizo y se postraron entre unas rocas para poder ver mejor lo que ocurría en la sala continua, en su interior había un grupo de personas, todos encapuchados y vestidos de negro rodeando un altar y encima de él se encontraba el cuerpo de Nerea.
   Intenté gritar, pero no pude, me había quedado muda de horror, notaba que unas lágrimas discurrían por mi rostro, Daniel intentaba compadecerme pero no lo conseguía. Y entonces unas manos ásperas me agarraron con violencia, grité y grité pidiendo ayuda a Daniel y perdí el conocimiento.  
Desperté confusa y dolorida, tenía atadas las piernas y los brazos, me encontraba encima del altar donde momentos antes había fenecido mi amiga  Nerea.  Oía unas voces de fondo, giré la cabeza, los encapuchados estaban a mí alrededor entonando un cántico extraño, pero no vi a Daniel. Me volví a desmayar de lo débil que estaba y pensé que seguiría el mismo destino que mi amiga.
 Escondidos en la oscuridad se encontraban Laura y Alex, habían visto lo ocurrido desde que me ataron. 
    Se aterraron al ver el cuerpo sin vida de Nerea,  y no iban a permitir que eso también le ocurriera a Elena:
   -¿Qué vamos a hacer? Tenemos que rescatar a Elena, pero… ¿Cómo? -preguntó angustiada Laura- ¿Se te ocurre algo Alex?
   -Habrá que despistarlos…haciendo fuego –respondió el aludido.
   -Y, ¿cómo piensas hacer fuego? –dijo Laura
   -Fácil, es casualidad pero traigo unas cerillas y allí creo que hay unos cartones, acerquémonos, hemos de intentarlo –y se dispuso a hacerlo- bien ya está, ahora dejemos que corra el fuego y los despiste.
   -Esperemos que funcione –dijo esperanzada Laura.
   Y lo consiguieron,  los desconocidos pararon  sus cánticos fantasmagóricos e intentaron apagar el fuego, que se había extendido rápidamente y amenazaba con dejarlos sin salida.
   Me desperté, olía a quemado y la visión de mi padre en el parque me dio fuerzas.  
-Despierta, Elena, no te rindas hija mía.
  -Despierta Elena –gritaba Laura.
  -¿Laura? ¿Dónde estoy? –dije.
  -¡Elena! Gracias a Dios que estás bien, venga ayúdame a desatarte, no es momento de explicaciones –explicó Laura.
   La ayudé cómo pude, me fijé  que los encapuchados intentaban sofocar el fuego, cosa que estaban consiguiendo, y cuando Laura y yo nos disponíamos a escapar, junto con Alex, que corrió en nuestra ayuda, nos cerraron el paso rodeándonos en círculo, uno de ellos se adelantó, parecía ser el jefe y se dirigió a nosotros:
   -Bienvenidos mis queridos rehenes, os preguntareis ¿quiénes somos? y ¿qué hacemos –nos dijo-, ¿no es cierto? Somos la Organización XIII y rendimos culto al Dios Hades, para ello los días de solsticio como hoy hacemos un sacrificio de tres chicas para que Hades no desate su furia sobre nosotros y no nos convierta en seres imperfectos como lo son las mujeres –explicó.
   -¡Sois seres despreciables, habéis matado a Nerea, y queréis hacer lo mismo con nosotros! –gritó Laura enfurecida.
   -Pero… ¿Dónde encaja Dani en todo esto? –preguntó Alex.
   En ese instante Daniel apareció entre los encapuchados.
   -Yo fui él que os persuadió para que vinierais aquí abajo, yo cogí a Nerea, –dijo dirigiéndose a mi-, Elena era mentira eso de que Alex y Laura habían dicho que viniera a protegerte, los dejé inconscientes y vine a por ti.
   - Pero yo creí que eras nuestro amigo ¡Traidor! –le escupí.
   -Grita todo lo que quieras porque serán las últimas palabras que digas –dijo Dani amenazándome.
   -Un momento, denos una oportunidad de escapar, háganos una prueba –dijo Alex dirigiéndose al jefe:
-Está bien, os diré un acertijo, si falláis morís y si acertáis os vais, escuchad: un copista propone reorganizar la sala de miniaturas. Clarisa quiere ir detrás de Esteban, pero éste también quiere ir detrás de Clarisa. ¿Cómo se resuelve este problema? –dijo el jefe.
    Yo pensé que no podía ser tan fácil, pero lo consulte con mis amigos y respondí:
   -Basta con colocarlos espalda contra espalda.
   -Es correcto… ¡Prendedlos! – ordenó el jefe.
     En vista de la trampa, Alex encendió una cerilla y la echó en un montón de cajas y cartonajes apilados en la estancia. Todo se incendió y de Dani nunca más se supo. Elena, Laura y Alex consiguieron escapar y volver al parque, pero nunca consiguieron explicar  una aventura que jamás olvidarían.

miércoles, 6 de junio de 2012

Proyecto Tierra capítulo 6


-¿Vulcanus? –Repetí- ¿Qué clase de nombre es ese?
 Arizona rio ante mi pregunta:
-Eso tendrás que preguntárselo a sus padres, en realidad su nombre es Russell pero se hace llamar Vulcanus –sus expresión se tornó seria- Vulcanus ha sido nombrado presidente esta misma mañana.
 -¿Y qué tiene de malo?
 -Nadie sabe de dónde viene, un día apreció y se presentó a las elecciones y las ganó, seguro que con algún soborno que otro, y tú me preguntas qué tiene de malo -sonrió irónicamente- es tu principal enemigo, Aria. -Ante mi cara de incredulidad ella se explicó- ¿A qué te suena: Vulcanus?
 -Volcán y…fuego –es difícil de explicarlo pero odio el fuego e incluso pronunciar su nombre.
Asiente:
 -Exacto, fuego, y tú tienes una especial conexión con las plantas y el fuego quema a las plantas, ¿entiendes eso?
 -Sí, no soy tan corta.
 -¿Estás segura? -Puse los ojos en blanco- Mira, Aria, tú no eres la única con esa conexión especial, al igual que tú hay personas conectadas a la tierra, al aire o al agua, como yo.
 -¿Súper poderes?
 Se ríe:
 -Ya te gustaría a ti tener súper poderes, pero nuestro “poder”, por llamarlo así, no consiste en volar, súper fuerza y lanzar plantas por la mano, sino en comunicarte mentalmente con tu elemento y decirle lo que tú quieres que haga, y tal vez si se lo pides educadamente y tienes mucha fuerza vital, te hará caso.
 -Entonces, según tú, ¿yo solo me comunico mentalmente con la Tierra y ella hace el resto?-Asiente-¿Me tomas el pelo?
 -¡Claro que no! Es normal que no te lo creas al principio pero con el tiempo te darás cuenta de que todo lo que digo es totalmente cierto –me mira a los ojos- no me gusta la idea de tener que mentirte, Aria- aparté la mirada.
 Después del largo silencio que se instaló entre nosotras abrí la boca:
 -En el caso de que me creyese todo eso… ¿qué pasaría ahora?
 -Te vendrías con nosotros a vivir al subsuelo.
 -Oh, genial, puedo hablar telepáticamente con la Tierra y ahora voy a tener que vivir bajo tierra como un topo, ¿alguna grata sorpresa más? -Pregunté irónicamente- Y además, ¿qué pasa con mi madre?
 -Tu madre está enterada de todo esto desde mucho antes de que nacieras.
 -¿Y mi padre sabía algo?
 -Claro, de él heredaste tus “poderes”.
 -¿Por qué nunca me dijeron nada?
 -Supongo, que por tu propia seguridad.
 -¿Mi seguridad? –Apoyé la barbilla en las rodillas- yo solo quiero que mi padre vuelva.
 -Alegra esa cara, al menos tu madre sigue viva, al menos ella te quiere -apretó los puños- no sabes la suerte que tienes.
 -¿Tus padres están muertos?
 -Para mí si lo están.

13 de julio de 2007
 El viento golpeaba con fuerza los cristales de las ventanas.
 Una tormenta arreciaba fuera y mi padre todavía no había vuelto.
 Un cielo grisáceo avisaba que esta iba a ser una larga noche.
 Por aquel entonces yo solo tenía 12 años.
 -Aléjate de los cristales, Arizona, es peligroso.
 Hice caso omiso de mi madre. Las crestas de las olas asomaban a lo lejos, la ciudad estaba revuelta, un hombre con una chaqueta gris corrió a resguardarse al portal de una casa.
 -¿Por qué todavía no ha vuelto papá? –Me alejé de la ventana- ¿Le ha pasado algo?
 -No te preocupes por él, –contestó mi madre con apenas seguridad- volverá pronto.
 Cogí el pomo de la puerta:
 -Voy a buscarle.
 -Tú no te vas a ninguna parte, Arizona.
 -No quiero que le pase nada malo a papá –abrí la puerta y salí corriendo.
 Oí a mis espaldas a mi madre gritar mi nombre, pero el viento me trajo otras palabras totalmente diferentes dichas por mi hermano:
 -Déjala, ya no hay vuelta atrás.
 Apreté los dientes y luchando contra las fuertes ráfagas de viento busqué a mi padre pero en su lugar, llegaron a mis oídos los gritos de un niño que provenían de la playa.
 La arena de la playa se metía en mis ojos impidiéndome ver con claridad pero llegué como pude al mar, de pronto alguien me agarró del brazo y me giró, era mi hermano:
 -Vuelve a casa, esto es peligroso.
 -No puedo, un niño se está ahogando, tengo que salvarle.
 -¿Poniendo tu vida en peligro? Vamos, Arizona, tu vida vale más que la de ese niño.
  La discusión se alargó más de lo debido y las olas llevaron hasta mis pies el cuerpo sin vida del niño. Mi hermano se fijó en él y esbozó una sonrisa que no me gustó nada.
 -Ese niño tenía una vida, ¿sabes? ¿Por qué no me dejaste rescatarlo? Siempre antepones tus deseos a los de los demás, por tu culpa, ahora ese niño está muerto –me dio un empujón tirándome a la arena- no te reconozco, Arizona.
 -¡Yo no he hecho nada, has sido tú!
 -¿A quién van a creer nuestros padres: al hermano mayor con los pies en el suelo o a la hermana pequeña que nunca hace lo que le ordenan?
 Lo único de lo que fui capaz de hacer fue cerrar la boca y mirarle a la cara, no me levanté ni le planté cara:
 -¿Por qué haces esto?
 -Me avergüenza que seas lo que eres y por lo tanto mi hermana. Esta ya no es tu casa, Arizona, asesina de niños.

*               *                   *

 -Después de eso volví a mi casa, pero no me dejaron entrar.
 -¿A qué se refería tu hermano con que se avergonzaba con lo que eras? -pregunté.
 -Prefiero no tener que responderte a eso, -Arizona se levantó- nos vamos.
 -¿Adónde?
 -A tu nueva casa.

lunes, 4 de junio de 2012

Proyecto Tierra capítulo 5


Que quede grabado en tu consciencia, que no se te olvide aquel día en que me lo arrebataste todo, nunca olvides que tú eres el motivo de mi odio, tú me dejaste sola, nunca volveré a quererte, nunca volveré a mirarte a los ojos, tú ya no eres nada para mí, ojalá jamás hubieras nacido, ojalá no fueses mi hermano. ¿Me preguntas qué si tengo hermanos? Y yo te respondo: "no, ya no sé quién es ese que se hace llamar hermano". 
 He estado sola todo este tiempo, hasta que te conocí, recuerdo con una sonrisa el día en que me hablaste por primera vez, desde aquel momento supe que volvería a ser feliz.
 Pero tú nunca sentirás esto por mí, simplemente, es que no puedes.

 Levantarme día a día, llorar, enfados continuos, odiarme a mí misma pero sobretodo odiarle a él, un día mi hermano desapareció después de mandarme a la tristeza del abismo, tuve que vivir de los demás, mendigaba y escapaba de los orfanatos, no quería ir a esos sitios, me hacían sentir más sola de lo que ya estaba, yo no quería a otra familia, yo quería a la mía, pero para mí estaban muertos, nunca volverían a ser alguien para mí. Me tratasteis como si fuese alguien sin importancia, nadie para vosotros, tú les metiste todas esas tonterías en la cabeza.

-Ya no te quieren aquí, Arizona.

 Ese día, llovió.