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martes, 11 de diciembre de 2012

Pensé en no huir


 La lluvia impedía ver las oscuras calles de aquella ciudad con claridad.Oía mi respiración entrecortada y nada más que silencio. Parecía que únicamente pisaba charcos, manchando de barro mis botas. Corría… ¿Pero de qué? No sabría decirlo, desconocía la naturaleza de aquello que intentaba atraparme. Un chico de rizos castaños corría tras de mí, Harry, me gritó que no mirase atrás, que corriese todo lo que pudiese, tenía miedo. ¿De verdad iba a morir aquí y ahora? Ahora entiendo la expresión “ver pasar la vida por delante”. Ojalá pudiese borrar con una goma todo aquello que hice mal y reescribirlo. Si tuvieses la oportunidad de cambiar ciertos aspectos de tu vida… ¿lo harías?
  Llegamos sin respiración a un edificio aparentemente abandonado, tenía el aspecto de una Iglesia gótica.  Echamos abajo la puerta de madera podrida por el paso del tiempo y entramos en el interior.  En vez de escondernos en alguna parte nos quedamos examinando la soledad de este edificio. Me pregunté cuántas personas habrían pasado por aquí. Qué conversaciones habrían oído estas paredes, ahora desgastadas, paredes de piedra, pero, ¿hasta qué punto?
 El corazón de las personas es como una piedra, frío y duro. Causamos dolor a otros como si les lanzásemos una piedra tras otra, dañando continuamente.
 Una piedra, una palabra. El ser humano por naturaleza lanza piedras sin conocer el tamaño de la herida que puede llegar a causar.
 Suspiré abatida, tal vez iba a morir allí mismo, bajo la mirada de aquellas paredes, llegué incluso a aceptar mi propia muerte, estaba cansada de huir, pero eso significaría rendirme, y no quería eso, estaba harta de no enfrentarme a mis miedos y dudas, debía, por una vez en mi vida, hacerles frente. Morir no era la solución.  Pero aquella chica, si se le podía llamar así, la velocidad a la que corría no era propia de un ser humano. ¿Cómo enfrentarme a “eso”?

 Alguien gritando que nos escondiésemos, tal vez Harry, me devolvió a la realidad. Bajé corriendo las escaleras y por el rabillo del ojo alcancé a ver como aquella chica daba un impresionante salto y aterrizaba al pie de las escaleras golpeando la cabeza de Harry contra el suelo.
 Uno menos.
 Decidí no volver a mirar atrás, no quería atormentar mi mente para el resto de mis días con la muerte de otro ser querido, simplemente verlo me destrozaría aún más. Pero, ¿qué más daba si iba a morir?


 Cada vez que cierro los ojos recuerdo sus manos frías agarrándome de los hombros impidiendo que me moviese apretándome boca abajo en el suelo, como me dio la vuelta y clavó su mirada fría como el hielo en la mía y rodeó con sus manos mi cuello y solo vi… oscuridad.
 Decidí salir de ella.

domingo, 7 de octubre de 2012

El recuerdo de un día lejano

 En la vida suelen darnos bajones sin razón de ser, empezamos a ver a nuestros demonios cada vez que cerramos los ojos, hiriéndonos, matándonos por dentro y creemos que el mundo está contra nosotros, que nadie te quiere, estás solo. Todo lo ves negro, te preguntas si algún día volverás a ser feliz.  Solo quieres tumbarte en la cama, taparte hasta el cuello con las sábanas y olvidarte de todo. 
 Crees ser el desencadenante de algo, tu propia personalidad se vuelve contra ti, simplemente porque el resto de las personas no entienden tu forma de ser, no te respetan, no te escuchan, no intentan ver tu punto de vista, solamente aceptan la versión de la persona que te hace sufrir.
 El pasado nos marca, nos vuelve diferentes, ¿para bien o para mal? Depende de ti. “El pasado, pasado está” dicen, pero ¿cuán de cierto es eso? Nunca llegas a olvidarlo del todo, aquello que hizo sangrar tu corazón dejó una cicatriz, quedas marcado, empiezas a ver los sucesos de la vida de otra forma, todo tiene un significado diferente para ti.
 Dices saber escuchar, pero ¿cuánta verdad hay en ello? Escuchar lo que alguien te dice, atender a todas sus palabras, ponerse en su lugar; un pequeño y frágil entramado que lleva a formar la verdadera amistad. ¿Existe? Hasta los más amigos pueden darte la espalda, empiezas a verlos como desconocidos, lejanos quedan aquellos días en los que reías con ellos, ¿y quién no añora aquellos años de infancia en los que todos éramos amigos? Pero nos hacemos mayores, moldeamos nuestra personalidad y no a gusto de todos. La soledad la empiezas a ver cada vez más cerca. Estás solo.
 Yo solo quiero hacerte feliz cada vez que cierres los ojos, disipar la oscuridad que te rodea, abrazarte y susurrarte al oído que todo va a ir bien. No estás solo. ¿Me creerás entonces?

sábado, 1 de septiembre de 2012

Proyecto Tierra Capítulo 9


 Pese a que era un día bastante soleado, para mí lo era nublado. Iba vestida de negro, lo que reflejaba mi estado de ánimo.
 Había una chica sentada en un banco de la plaza del Ayuntamiento, tendría quince años. Lo único que hacía era quejarse, pobre del que se encontrase al otro lado de la línea telefónica:
 -No soporto este estúpido pueblucho al que nos hemos mudado, odio a mis padres ¿cómo han podido alejarme de mis amigos? ¡¿De mi vida?! Siempre me están jodiendo.

Yo también me mudé una vez y no fue tan malo, quizá piense así porque, por aquel entonces, era pequeña.
 En el fondo, alejarte de la casa donde naciste, de las personas que una vez conociste, sabiendo que posiblemente no las volverás a ver, es doloroso.
 Me hago sufrir a mí misma cada vez que recuerdo mi vida pasada. Muchas veces me pregunto cómo sería mi vida e incluso yo misma si siguiese viviendo en mi ciudad natal. Pero ahora vivo en este pueblo y soy feliz aquí.
 Lo mejor sería alejar los recuerdos de mi infancia de mi mente.
 Aparté la vista de aquella chica que seguía despotricándole al móvil y me centré en una conversación más importante que la de ella:

 -La reunión del alcalde con el Presidente está concertada para hoy -dijo Lynn.
 -Lo más normal es que ambos estén compinchados, ¿no? –supuse.
 -Exacto –Lynn esbozó una media sonrisa– pillas las cosas bastante rápido. Has hecho un buen fichaje con ella, Jude.
 -¿Fichaje? No recuerdo el momento en que nos pusimos a hablar de deportes.
 Lynn puso los ojos en blanco y bufó, Jude soltó una carcajada y me sonrió. Me sonrojé tontamente y aparté la mirada.
 -¿Me he perdido algo? –preguntó Harry.

 Recuerdo que fue un 15 de julio cuando conocí a Lynn. El pelo rubio lo llevaba recogido en una trenza y un mechón de pelo apuntando hacia arriba para parecer a cierto personaje japonés.
 Jude nos contó  que Lynn era una vieja amiga suya que trabajaba en el Ayuntamiento y les informaba de todos los movimientos del alcalde, ya que este recibía órdenes directas del Presidente, Russell, bueno, casi todos los movimientos, de su último ataque a la base no nos pudo avisar.

 -Y tras este breve lapsus en el que parece ser que Harry andaba un poco perdido…
 -¡Eh! –La interrumpió Harry- no estaba perdido –rechistó.
 -Claro que no lo estabas, ¿cómo iba a perderse alguien tan mono como tú? –no conseguí saber si Lynn sonrió burlonamente o sinceramente.
 Harry sonrió un poco, como si le diese vergüenza.
 La voz de Jude rompió el silencio en el que nos habíamos quedado sumidos.
 -Gran parte de las personas que trabajan en el Ayuntamiento no son de fiar, muchos acatan las órdenes de Vulcanus.
 -Y a parte de ellos -siguió Lynn- hay unos cuantos guardias que vigilan los sótanos donde mantienen retenida a vuestra querida Arizona.
 -¿Qué hacemos para llegar a los sótanos? –pregunté.
 -Buscarlos y entrar en ellos, digo yo, ¿no? –esta vez sí que sé que sonrió burlonamente.
 -¿Y los guardias? ¿Cómo nos los quitaremos de encima? –preguntó Harry.
 -Vosotros sois los que tenéis “poderes”, algo se os ocurrirá
 -Gracias, Lynn, tu ayuda ha sido honorable.
 -De nada, Jude, tu ironía siempre será bien recibida. Había pensado en que yo os facilitaría la huída una vez hubieseis rescatado a Arizona. Además, en la puerta de cada celda hay una alarma que pita cada vez que se abre, a no ser que se introduzca la contraseña. Os la podré desactivar solamente durante tres minutos.
  >>En total tendréis diez minutos para entrar en los sótanos y rescatarla. Una vez pasado ese tiempo activaré los explosivos colocados en todo el Ayuntamiento.
 Y una cosa más, cuando exploten…procurad que no os pase nada – <<¿Y a mí quién me lo procura?>>
 Vi el miedo reflejado en los ojos de Lynn. No era tan valiente como quería hacer creer, en cierto modo, me recordaba a Arizona, seria, a ratos burlona, para tapar el miedo que siente.
 Lynn se dio cuenta de que llevaba un tiempo observándola, creí que me sonreiría socarronamente, pero en su lugar clavó sus ojos castaños en los míos, parecía que intentaba decirme algo que con la boca no podía. Con una simple mirada uno era capaz de levantar el estado de ánimo de alguien, de transmitir apoyo o de dañar el corazón de una persona. Tal vez, uno de mis mayores fallos fue no comprender el significado de aquella mirada.

 Un chico de estatura media se interpuso entre nosotras rompiendo el contacto visual.
 -¿Qué quieres, Harry? –preguntó Lynn.
 Harry se pasó la mano repetidas veces por el cabello, gesto que solía hacer cuando estaba nervioso.
 -Había pensado en que podría acompañarte para…protegerte –Harry terminó la frase mirándola a los ojos.
 -No necesito que me protejas. Sé cuidarme yo solita.
 Una sombra de dolor cruzó el rostro de Harry pero aún así siguió insistiendo:
 -No quiero que te pase nada.
 -Y yo ya te he dicho que no necesito tu ayuda –Lynn se levantó de la silla en la que se encontraba sentada con la intención de despedirse ya de nosotros pero él la cogió de las manos impidiéndoselo.
 -Por favor, Lynn, mírame a los ojos cuando te hablo, escúchame solo un momento, solo te pido eso.
 Lynn se mordió el labio inferior, exhaló un largo suspiro posponiendo más el momento, como si pretendiese darle más intriga pero yo sabía que no era así, estaba nerviosa.
 -Está bien… -le miró a los ojos- ¿Qué es lo qué quieres?
 -Tal vez nunca vuelva a verte -acercó su rostro al de ella.
 -¿Te gustaría volver a verme? -Pensé que debería dejarles intimidad, me sentía bastante cotilla sin apartar la vista de ellos.
 -No hay nada que deseé más en el mundo que eso. –Harry alzó la mano derecha con torpeza y le acarició la mejilla pero con miedo a que ella apartase la cara, rechazándole.
 -Entonces, volveré por ti –le dio un beso en la mejilla. En el rostro de Harry vi la sonrisa más amplia y sincera de todas las que había visto en mi vida.

Me habría gustado que se hubiesen besado en los labios y se hubiesen jurado amor eterno. Creo que soy demasiado peliculera. Supongo que esa clase de amor solo existe en los libros y las películas. A veces, me pregunto si algún día sabré lo que es esa clase de amor, si lo sentiré en vez de leerlo tanto en los libros. Busqué a Jude con la mirada pero parecía que ya no se hallaba allí. Lo que no sabía en aquel entonces era que buscaba a la persona equivocada.
 Recuerdo que había un libro que mi padre no dejaba leer a nadie, ni siquiera a mi madre.
 Una vez, cuando mi padre estaba fuera de casa, fui a su despacho y encontré el libro encima de su mesa, encuadernado en piel, cuando toqué su portada una sacudida eléctrica me recorrió todo el cuerpo, caí de rodillas al suelo, la cabeza me dolía demasiado, todo me daba vueltas. Me sentí asustada, no comprendía que acababa de suceder, pensé que iba a desmallarme cuando de pronto me agarraron por detrás, era mi padre con una expresión furiosa en el rostro, me llevó a mi habitación y me tendió en la cama bruscamente.
 -Te dije que no lo tocaras –dijo sin la menor emoción en sus palabras lo que me asustó aún más. Dicho esto se fue de mi habitación dando un fuerte portazo.
 Miré pensativa el techo blanco de la habitación. ¿Qué era lo que había sentido al tocar ese libro? ¿Qué había escrito en él como para qué mi padre no se lo dejase leer a nadie? Y el título no me decía mucho…

 -Proyecto Tierra… ¿Qué escondías entre tus páginas? –susurré.
 -¿Aria? –era Jude, parecía que llevaba bastante tiempo intentando captar mi atención.
 -No sabía que seguías aquí.
 -¿Creías qué me había ido a enfrentarme solo contra todos los guardias? ¿Me tomas por un loco suicida? Y encima, dejarte aquí para que te perdieses toda la diversión. Me decepcionas, Aria, creía que confiabas más en mí. No soy ningún loco suicida abandona personas.
 Su comentario me hizo gracia que era lo que él pretendía.
 -En mi defensa, tengo que decir que poner mi vida en peligro enfrentándome a los guardias no es una gran diversión. Yo suelo divertirme más haciendo otro tipo de cosas.
 Pese a que Jude sonrió se le veía serio.
 -No cometas ninguna estupidez, ¿vale? No quiero perder a nadie más –me acarició levemente la mejilla pero apartó tan rápido la mano que creí que me lo habría imaginado.
 Cuando dio media vuelta para dar por zanjada la conversación como solía hacer siempre, llamé su atención con una pregunta:
 -¿Sabes qué es “Proyecto Tierra”?
 -¿Dónde has oído ese nombre? –preguntó dándome la espalda.
 -No importa donde lo oí. No has respondido a mi pregunta.
 -Proyecto Tierra es algo que… nunca debió descubrirse.

sábado, 11 de agosto de 2012

Romper las barreras

 -Negro. Quizá sea el color que mejor lo defina todo.  La Oscuridad lo envuelve todo con un manto de dolor y tristeza.
 -Cuéntame qué te pasa.
 -Son muchas cosas a la vez: abrir la boca y que la voz no salga, ver como la gente se hace amigos entre ellos cada día que pasa y no ser capaz de meterte en las conversaciones que mantienen. Sentirte apartada.
 -Eres tímida.
 -Lo sé y lo odio. ¿Te acuerdas de cuando la gente se metía conmigo por el mero hecho de verme tímida y pensar que no sabré defenderme?
 -Eran unos gilipollas.
 -Gilipollas que me hacían sufrir. Ser tímido no significa no tener sentimientos. Apenas me conocían y no sabían por lo que estaba pasando en aquellos momentos.
 -Debieron callarse.
 -He perdido muchas oportunidades a lo largo de mi vida, incluida la de conocer a gente nueva debido a mi timidez.
 Él es mi amigo desde hace mucho tiempo y no quiero que deje de serlo por ello.
 -No le perderás, ni a él, ni a mí.
 -Tú eres mi apoyo, si te perdiese a ti no podría deshacerme del manto que muchas veces tú me quitaste.
 Cuando ninguna palabra salía por mi boca y mis ojos se encontrabana clavados en el infinito, enseguida te dabas cuenta de que algo me ocurría, me conoces bastante bien.
 Cuando necesitaba desahogarme porque sentía estallar una bomba en mi interior, tú me escuchabas y te encargabas de desactivarla.
 Hemos tenido nuestros enfrentamientos, algunos duraderos, pero siempre sentí que tus oídos a mi disposición se encontraban, que me ayudarías, que a mi lado siempre estarías.

 -Estas son algunas de las muchas cosas que me gustaría decirte a la cara.
 -Dímelas.
 -No soy capaz.
 -Si lo eres. Tú controlas tu voz, si tú no quieres ella no te abandonará, se capaz de controlarla.
 -No sé si puedo.
 -Puedes.
 -Puedo.
 Quiero ser capaz de que él me hable y pueda responderle con la misma fluidez que contigo.
 Quiero ser capaz de verme rodeada de gente a la que acabo de conocer y hablar sin que la vergüenza, es decir, la barrera de mi interior me lo impida.
 -No hay ningua barrera, es la mente que, a veces, se vuelve contra nosotros.
 -Para mí es como un muro de piedra que rodea mi mente, la aisla, y me hace sentir insegura. Un muro que atrapa mi voz y la impide salir cuando a mí me plazca.
 Hay gente que me toma por antipática si no hablo, supongo que no se les ocurrió pensar que soy tímida.
 -Esa gente no se merece que le dediques ni un minuto de atención.
 -Supongo que no.
 -¿Qué vas a hacer ahora?
 -Romper las barreras.
 -¿Podrás?
 -Podré.

martes, 17 de julio de 2012

Noche blanca capítulo 1


Un manto blanco lo cubría todo. Debido a la nieve apenas se podía distinguir algo en los alrededores, ni siquiera el pueblo del que me alejaba, Amer, situado en la provincia de Girona, era bastante pequeño, todo hay que decirlo, se encontraba en un antiguo valle volcánico, formado principalmente por una calle principal, con pequeñas casas a ambos lados de ella, que llevaba hasta una plaza donde habían tiendas y bares, una plaza normal donde antaño, cuando hacía buen tiempo, sacaban mesas al exterior.
 También había un rio, el rio Brugent, que atravesaba el antiguo valle volcánico, al que mi padre y yo solíamos ir a pescar por muy prohibido que estuviese.
 Mi madre solía decir: “Después de un largo verano siempre viene un invierno aún más largo”
 Cuanta razón tenía…
 Mi mente siempre relaciona el rio con lo que ocurrió ese día.

4 de mayo de 2005
 Soleado aunque soplaba una pequeña brisa, mis ojos solo tenían vista para el gran bosque que se abría a mí, poblado por encinares y castaños, acompañando al rio a su final.
 Tenía siete años e iba con mi hermano de cuatro.
 Llegamos a un tramo del rio atravesado por grandes rocas, mi hermano empezó a saltar de roca en roca riendo, le dije que bajase de ellas, podría resbalarse y hacerse mucho daño. De nada sirvió avisarle, me desobedeció: saltó de roca en roca hasta que ocurrió lo inevitable, resbaló y cayó a las frias aguas del rio.
 -¡Jordi! –grité su nombre asustado.
 Me acerqué corriendo al cauce del rio.
 -¡Coge mi mano! –se la tendí.
 -¡No llego! –consiguió articular pese a todo el agua que estaba tragando.
 Nunca me habían enseñado a nadar, o tal vez es que nunca quise aprender.
 Lo único que hice fue quedarme mirando como el agua se lo tragaba y la corriente se lo llevaba más y más lejos. Mi cerebro no era capaz de registrar que mi hermano se había ahogado. Tenía el cuerpo totalmente paralizado a causa de ello.
 Encontraron el cuerpo sin vida de Jordi varado en un tronco.

 Agité la cabeza para alejar esos malos recuerdos de mi mente.
 ¿Qué se vería desde las cumbres de las montañas nevadas, altas e imponentes que se encontraban a lo lejos?
 <<Son como unos guardianes, siempre vigilando Amer y sus alrededores>> dijo una vez Jordi.  
 Mis músculos se entumecían cada vez más a cada paso que daba. El frío me tenía paralizado. Sentí mis párpados más pesados de lo normal. El mundo de los sueños me requería en él.
 Cai como un peso muerto sobre la nieve, la sentía fría pero a la vez cómoda bajo mi cuerpo. Quería dormir pero sabía que no debía si no quería morir congelado.
 Me dije a mí mismo que solo estaría unos minutos descansando y que después seguiría mi camino. “Debí abrigarme más” eso fue lo último que pensé antes de caer en las garras del sueño.

 Una luz, la cual no sabía de donde provenía, atacó mis ojos obligándome a abrirlos, no tenía frio.
 Enfoqué la vista y vi que me encontraba en una cueva y que una pequeña hoguera irradiaba luz y calor.
  “¿Cómo había llegado hasta aquí? Me levanté con cuidado, me sentía débil y los músculos agarrotados, me acerqué a la entrada de la cueva: la ventisca no había amainado y una fría brisa acarició mi rostro.
 -¿Piensas salir con este tiempo? –di la vuelta como si estuviese activado por un resorte.
 La voz provenía de un hombre, con varias capas de abrigo encima, sentado al calor de la hoguera.
 ¿Cómo es que no le había visto al pasar por delante?
 -¿Quién es usted? –pregunté- ¿Me ha traído hasta aquí?
 -Primero, tutéame, que me traten de usted me hace sentir más viejo de lo que ya soy –sonrió afable- ven, siéntate.
  Eso hice.
-¿Quién es usted?
 -Creo que importa más saber que hacías durmiendo muerto de frio ahí fuera. Tienes suerte de que pasara por allí o no estaríamos hablando ahora.
 -Escapar –dije solamente. Clave la mirada en las llamas.
 Escapar de las miradas acusadoras que me echaba la gente, con solo mirarles sabía que me acusaban de matar a mi hermano, dicen que lo empujé o que no moví ningún músculo por salvarle.
 No sabían lo que decían.
 Pero lo que más me dolía era ver todos los días la tristeza y el dolor de perder a un hijo replejados en los rostros de mis padres. Sé que les costó mucho tiempo volver a sonreír con naturalidad. Constantemente sentía la mirada de mi madre clavada en mi espalda culpándome, tal vez, por no rescatar a Jordi.
 Sentía eso y mucho más.
 Por primera vez en mi vida, me sentí solo.
 Pensé que al escapar ya nadie me culparía de nada y todos podrían volver a vivir en paz.
 Pensé.

-¿Escapar? –la pregunta de aquel hombre me sacó de mis pensamientos- Eso me recuerda a una historia. ¿Te gustaría oírla?
 -Me parece bien, yo… no tengo prisa –intenté sonreír pero no pude.
 El hombre, cuyo nombre desconocía, se aclaró la voz mientras yo conseguía apoyar la espalda en la pared de la cueva a pesar de su rugosidad.
 Y la historia de un niño atrapado en un mundo y con un futuro que no deseaba dio comienzo.


domingo, 24 de junio de 2012

Proyecto Tierra capítulo 8

 Una luz a lo lejos atacó mis párpados, abrí los ojos al instante.
 -¿Aria? -reconocería esa voz en cualquier parte.
 -Estoy aquí -respondí.
 Jude me encontró agachada en medio de la más absoluta oscuridad en un pequeño recoveco, se arrodilló a mi lado enfocando la luz, una luz proveniente de su mano que se iluminaba por sí misma.
 -¿Vas a contarme qué hiciste para escapar?


 La poca luz que había en nuestra guarida se extinguió por completo.
-¿Arizona? -no obtuve respuesta- ¿Arizona? –repetí más nerviosa.
Una mano me tapó la boca y escuché la voz de Arizona susurrándome al oído:
 -Tranquila, estoy aquí, contigo, baja un poco la voz, supongo que no querrás que nos encuentren -asentí ligeramente- sígueme y no hagas ruido.
 -¿Quién nos ataca?–pregunté atemorizada a la vez que intentaba no perder de vista a Arizona.
 -Rus… -un estruendo interrumpió sus palabras, de pronto, silencio, pequeñas piedrecitas y tierra empezaron a caer sobre nuestras cabezas, y de nuevo otra vez el estruendo, se oían los gritos de los demás habitantes de la base alertando del peligro, el techo se estaba derrumbando encima nuestra- ¡Aria! ¡Escóndete!
-No te voy a dejar aquí –pretendí sonar lo más segura de mí misma posible a pesar de encontrarme en un estado de terror absoluto.
-Estaré bien, no te preocupes por mí, ¡vete! –me pegó un empujón para que saliese corriendo.
 La miré a los ojos sin saber que posiblemente esa sería la última vez que la volviese a ver, ella me sonrió poco convencida y movió los labios diciendo solamente:
-Mátalo por mí –y me dio la espalda.


  No debía hacerlo pero salí corriendo, me sentí estúpida, si alguna vez volvía a verla ya no podría mirarla a la cara, la había abandonado, solo había bastado con que ella me lo ordenase para que saliese corriendo, ¿cómo podía alguien volver a confiar mí? Me odié a mí misma, odié a Arizona por decirme que me fuese, por entrar en mi vida de esa forma, por ser la primera amiga que había tenido en mucho tiempo, por culpa de ello ahora me sentía como un estorbo, no me reconozco, ¿quién soy? “Aria” respondería ella, soy Aria.

 Arizona me mataría por sentirme así pero… debo rescatarla, debo hacerlo, ella haría lo mismo por mí.
  Encontré un pequeño recoveco, me di un golpe bastante sonoro en la cabeza al meterme en él, abracé mis rodillas y cerré los ojos, mi último pensamiento fue dedicado a Arizona y soñé.


  Hacía frio. La oscuridad lo cubría todo. Me imaginé cayendo en un pozo sin fondo, intentaba gritar pero nadie me oía, nadie acudía rescatarme, estaba sola, la luz del exterior estaba cada vez más lejos y de pronto dejé de verla. Oscuridad. Soledad.

 El sonido de unos pasos acercándose a lo lejos me despertó de mi ensoñación. La saliva sabía a sangre, intenté moverme pero no pude, me dolían mucho los músculos. Alguien abrió la puerta de lo que supuse sería mi celda, la poca luz que entró me cegó completamente.
  -Buenos días, Arizona, ¿has dormido bien? -no respondí- Espero que la celda haya sido de tu agrado.

 Esa voz… Levanté la vista lentamente y vi su pelo rojo inconfundible: Russell o también llamado Vulcanus.

 -¿Hermano? –mi voz era apenas audible, tantos años sin verlo y ahora de pronto, aparecía en mi vida y yo encarcelada por él mismo.
  -Veo que los años no han borrado tu memoria -sonrió, en cambio yo no- ¿no te alegras de volver a verme?

 Clavé la mirada en sus ojos, me levanté lentamente y me apoyé en la pared ¿por qué estaba tan cansada?
  -Tal vez te interese saber que estás drogada, por eso apenas puedes moverte, lo cierto es que es una droga bastante fuerte la que recorre tu cuerpo, según mis cálculos te quedan dos días de vida.

 ¿Iba a morir? ¿Eso era lo que me estaba diciendo? Sé que debería sentirme asustada, muerta de miedo pero no era así, la cabeza me dolía tanto que apenas le escuchaba.  Sentía que la pared me incitaba a dormir, la piedra era muy fría y raspaba pero a la vez cálida, tenía sueño, la espalda me dolía, todo me daba vueltas. Oí a mi hermano repetirme algo:

 -Si quieres vivir vas a tener que obedecerme de ahora en adelante.
  La poca saliva que me quedaba la utilicé para responderle:

 -El agua vence al fuego, siempre.
  Él soltó una carcajada.
  -Las cosas cambian, siempre fuiste demasiado débil, Arizona, y todavía lo eres.

 
-¡La abandoné! –grité a Jude a pesar de que no tenía la culpa de nada- y ese sueño que tuve… no sabía que Vulcanus y Arizona eran hermanos…
  -Es normal que no lo supieses si nunca te lo dijo -dijo cortante- eres demasiado débil, Aria, si te quedabas con ella podrías haber puesto en peligro la vida de las dos. Arizona lo único que quería era tu propia seguridad anteponiéndola a la suya -esta vez fue más suave al hablarme a la vez que se sentaba a mí lado.

 -Pues no debió hacerlo, no soy tan importante como para que la gente se sacrifique por mí.
-Para ella si lo eres.

 Y dicho esto se levantó.

 -¿Adónde vas?
  -La base ha quedado destrozada tras el ataque, lo mejor que podemos hacer y lo que debemos es rescatar a Arizona -me miró directamente a los ojos- ¿piensas quedarte aquí todo el día o nos vas a acompañar?

  No podía creer lo que oía.
  -Acabas de decir que soy muy débil, mi intención no es poner en peligro la vida de los demás -respondí burlona.

 Jude solamente sonrió.
  -Nos vemos mañana por la mañana.

  Jude, alto y rubio, Harry, bajito y cabello castaño me esperaban en el exterior. La luz del amanecer le daba una tonalidad dorada al cabello de Jude que se dio la vuelta al oír mis pasos:
  -Buenos días, Aria, veo que por fin decidiste levantarte.

 Al ir a responderle que me había perdido por culpa de tanto túnel, Jude dio media vuelta y empezó a caminar.
  Harry me sonrió tímidamente:

 -¿Vamos? -preguntó.
  Asentí.

 -¿Solo vamos nosotros tres? -pregunté
  -En principio sí, pero si la cosa se pone fea creo que Jude pedirá refuerzos aunque ahora la mayoría están intentando arreglar lo que el derrumbamiento destrozó.

 Harry me estuvo contando nuestro plan de ataque o de infiltrarnos en el Ayuntamiento sin llamar la atención de camino al edificio.

 Al final llegamos al Ayuntamiento, donde días antes había estado yo, pero todo lo que pasó antes de conocer a Arizona lo considero cosa del pasado.

 Levanté la vista y lo primero que vi fue el reloj de la ciudad en el centro del frontón de la fachada principal, de un color anaranjado, el cual dispone de carrillón. Mi padre me contó que cuando dan las horas y las medias interpreta melodías típicas de la ciudad.

 Encima de la puerta principal del balcón se encontraba un gran escudo de la ciudad escoltado por las escudo de dos musas, que representan respectivamente la abundancia y la felicidad.

 -A partir de ahora no os separéis -avisó Jude- y sí, ya sé que solo es el Ayuntamiento pero no todo es lo que parece.
  -Jude… es solo un edificio –dijo Harry.

 -Cuando salgamos te preguntaré si te sigue pareciendo un simple edificio para ver si sigues pensado lo mismo.
  -Eso será si salimos… -dije para mí misma.

 A pesar de decirlo en voz muy baja, Jude me oyó y me miró fijamente:
  -Saldremos.

domingo, 17 de junio de 2012

Proyecto Tierra capítulo 7


 Salí al frio del pasillo de este extraño lugar al que ahora tendría que llamar casa.
 La oscuridad lo cubría todo y el silencio se hacía notar, apoyada en la pared para no caerme llegué hasta una sala donde había una pequeña luz, y en su centro, un hombre alto y rubio, debí hacer mucho ruido al chocar contra una silla ya que el hombre se dio la vuelta rápidamente:
 -¿Quién eres tú? –tenía una voz muy grave.
 -Aria –tartamudeé al decir mi nombre.
 -La nueva –no era una pregunta era una afirmación.
 -Aria –repetí.
 -La nueva cuyo nombre es Aria, lo sé -sonrió- me llamo Jude. –Extendió la mano para que se la cogiese pero en vista de que no hacía ningún movimiento la apartó-. ¿Es qué no podías dormir?
 -No, todo esto es nuevo para mí.
 -Te entiendo, pero con el tiempo te acostumbrarás, es más, deberás acostumbrarte. ¿Qué te ha explicado Arizona de tu nuevo mundo, por llamarlo así? –Se lo dije y él asintió- Mañana ella te enseñará este lugar y comenzarás con tu entrenamiento.
 -¿Voy a tener que entrenar? –eso me pilló por sorpresa.
 Jude no respondió, en su lugar se dio la vuelta, entendí que esa sería su forma de dar por terminada la conversación, así que no tuve más remedio que volver a mi habitación.

 8:00 horas día siguiente. Subsuelo.

 Alguien gritando mi nombre y aporreando la puerta de mi habitación me despertó. Me levanté algo mareada de la cama y abrí la puerta. Arizona entró corriendo en la habitación como si no hubiera mañana:
 -Por fin te despiertas, es ya muy tarde.
 -¿Tarde? ¡Son las ocho de la mañana!
 -Precisamente por eso, hoy tenemos muchas cosas que hacer, Aria, venga, cambiante –se me quedó mirando y yo a ella- ¿qué pasa?
 -Date la vuelta –ella bufó y se la dio- ya estoy.
 -Pues vámonos que tienes que desayunar.
 Arizona me llevó a la cocina donde desayuné demasiado rápido para mi gusto.
 -¿Y ahora adónde vamos? -pregunté con el desayuno todavía en la boca.
 -A la sala Tierra.
 -Claro -respondí aunque no tenía ni idea de lo que era eso.
 Llegamos a un bosque, un bosque dentro de una habitación, los árboles más altos que había visto en vida se encontraban aquí, me quedé en la puerta sin poder articular palabra.
 Arizona sonrió al ver mi expresión:
 -Aquí entrenarás de ahora en adelante.
 Hice ademán de entrar pero Arizona me cortó el paso:
 -Primero tenemos que ir a la sala Aire a que conozcas a una persona, él será el que te entrene.
 Me encogí de hombros:
 -¿Por qué uno que controla el aire va a darme clases a mí?
 -Su elemento es el aire pero puede controlar los demás también, personas así solo nacen cada cierto tiempo. –Se quedó callada con la mente en otra parte.
 -¿Arizona? -Me miró como si no me comprendiese pero enseguida volvió en sí-. ¿Estás bien?
 -Claro -dio media vuelta y se fue andando a paso rápido-. ¿Vienes o qué? -me sonrió.
  Sonreí levemente y la seguí.
  La sala Aire tenía forma de una enorme cúpula y el techo era el cielo.
  -Creía que estábamos en el subsuelo –miré acusadoramente a Arizona.
  -Y lo estamos –no terminé de creerla- ¿lo dices por el “cielo”? -asentí- Es un holograma para ambientar más la sala, a veces la vida en el subsuelo es muy aburrida, demasiado túnel y oscuridad.
 -¡No, así no, vuelve a intentarlo, concéntrate más! –un hombre que parecía ser Jude le estaba gritando a un chico que intentaba crear un tornado.
 -Hey, Jude, deja al pobre chico descansar un poco, he traído a la chica –dijo Arizona.
 -Hazlo mejor la próxima vez, Harry –el chico llamado así se fue con la cabeza gacha.
 Me acerqué hasta ellos:
 -Esta es Aria, Jude, Aria este este es Jude, tu profesor.
 -Ya lo sabía –dije temblorosa.
 -¿Lo sabías? -preguntó Jude, ¿es qué no se acordaba de qué ya nos habíamos visto?
 -Ayer por la noche nos conocimos.
 -Ayer por la noche no estaba aquí.
 -Cuando nos conocimos Aria y yo, ella dijo que ya nos habíamos visto –dijo Arizona pensativa- creo que sueña el futuro.
 -¿Cómo tu hermano?
 -Como mi hermano –las palabras de Arizona estaban cubiertas de odio.
 -Creo que hemos hecho bien trayéndola aquí, podéis iros, nos veremos pronto, Aria.

 Arizona y yo nos fuimos de la sala Aire, mientras recorríamos en silencio uno de los múltiples pasillos que había allí le pregunté:
 -¿De verdad que puedo soñar el futuro?
 -De verdad que puedes, pero no sueñas cualquier cosa, eso depende de lo que quiera mostrarte tu mente.
 -Jude dijo que tu hermano también puede hacerlo.
 -Sí –respondió secamente.
 -¿Cómo se llama tu hermano?
 Arizona se quedó mirándome fijamente:
 -Haces muchas preguntas, ¿sabes? –no sonrió.
 -Lo siento...-aparté la mirada tímidamente.
  Suspiró: 
 -Mi hermano se llama R… -la alarma de emergencia empezó a sonar- nos están atacando.sonar- nos están atacando

jueves, 7 de junio de 2012

La trampa del acertijo


 Esta es la historia que hace un tiempo se llevó un tercer premio:

Aquí estoy, completamente sumida en la oscuridad, hace bastante frío y gracias a mis sentidos puedo percibir que me encuentro en un estrecho pasillo largo y angosto, las paredes al tacto se encuentran gélidas y rugosas, deben estar hechas de ladrillo, y lo peor de todo, creo que estoy completamente sola.       Supongo que os preguntaréis como he llegado hasta aquí, la respuesta os la puedo contestar, solamente escuchad con claridad:
   Estaba yo tan tranquila en mi habitación azul, tirada en la colcha azul de mi cama, escuchando música en mí MP3 que me habían regalado por Navidad, cuando entra mi madre:
   -Te llama Laura.
   Antes tengo que decir que mi madre tenía unos preciosos rizos rubios y castaños que le caían por la espalda. Laura era una de mis mejores amigas. Me acerqué el teléfono al oído y  saludé:
   -Hola, Laura. ¿Qué pasa?
   -Hola, Elena, me preguntaba si querrías quedar, van a venir los demás -dijo ella.
   -Vale, pero, ¿a qué hora? -le pregunté.
   -Pues sobre las seis -me contestó.
   -Bien no hay problema, como hoy es viernes…
   -Genial, hasta luego -se despidió.
   -Hasta luego –dije yo.  
    
    Después de esta “trepidante” conversación telefónica, mi madre me mira y:  
     -¿Qué quería Laura?
     -Que si podíamos quedar ahora
     -Sí, será bueno qué te dé el aire.
   -Bien -le agradecí. Me puse unos vaqueros, una camiseta verde y me calcé mis zapatos favoritos, eran azules indudablemente, y me fui a la calle.
      Cogí mi bicicleta y me fui pedaleando hasta el parque donde habíamos quedado, era el parque central de Aicrum, así lo llamábamos nosotros, ya que era el parque más grande de todos, en realidad no se encuentra en el centro de Aicrum, pero junto a él se inicia  un precioso bosque repleto de una gran variedad de árboles, flores y animales. Este parque estaba lleno de vida, no solo humana sino de fauna y flora. Me encontraba muy a gusto en aquél parque.
   Cuando llegué no había ningún amigo mío, miré mi reloj, eran las seis menos veinte, había llegado antes de lo previsto. Me senté en el banco más cercano a esperar. En ese tiempo se me acercó un hombre que se sentó a mi lado, parecía un vagabundo, tenía un aspecto desaliñado, vestía unos pantalones medio rotos,  un jersey que debía de estar en las últimas y unos zapatos por los que ya se asomaban sus dedos. Y me preguntó:
   -Esperando a alguien, supongo.
   -Sí, a mis amigos-contesté.
   -Te parecerá raro  qué una persona tan extraña como yo te hable, ¿no es cierto?-me dijo con su voz ronca y áspera.
    -Bueno…Pues -dije un poco intranquila.
   - No te preocupes. Pero… ¡Hay, chica! Tienes mucha suerte tener  una vida tan estupenda como la tuya.
   -¿Porqué dice eso?-pregunté.
   -Porque -se dirigió a mí mirándome a los ojos y me pude fijar en que los suyos eran grises y estaban llenos de tristeza y anhelo-, yo una vez fui feliz y tenía una familia estupenda, pero  por el ansia de la codicia lo eché todo a perder -me explicó.
   -Lo siento -bajé la mirada y en esto me vino a la mente la historia de mi difunto padre, yo lo quería mucho y él a mí, pero al igual que el vagabundo lo echó todo a perder, nos dejó atrás y un día desapareció, se cree que él estaba metido en asuntos extraños, nunca se volvió a saber de él.
   -No lo sientas, la culpa la tengo yo y solo yo, y con todo esto te estoy diciendo que no desaproveches tu preciosa vida, no la desperdicies, vive cada minuto de tu larga vida, disfrútala al máximo y se feliz -me dijo.
   -Lo intentaré -prometí.
  -Eso espero…eso espero.
   Y me paré a pensar: ¿se puede saber porque este hombre desconocido me dejó caer esas palabras?
  -¿Cómo te llamas?-preguntó, aunque  parecía  saber la respuesta.
  -Elena -contesté. A pesar de que mis padres me habían dicho que no hablara con desconocidos, este me infundía simpatía.
   -Elena, un precioso nombre, ¿qué te parece si para matar el tiempo mientras esperas a tus amigos, te cuento una leyenda sobre el bosque de aquí al lado? -dijo el vagabundo.
   -¿Hay una leyenda sobre este bosque? -pregunté intrigada.
   -Claro que si, toda cosa tiene una historia y esta es una de ellas, presta atención.
   Así fue como me empezó a contar una historia muy interesante de la yo nunca había oído hablar y que ya no olvidaría jamás.
   -Cuenta la leyenda que en los solsticios de invierno y verano, el humo se asoma tras los árboles, gritos fantasmales se oyen, desaparecen chicas, por lo que nadie se atreve a adentrarse nunca en el bosque. Por eso la gente comenta que está encantado, de ahí que no se talen árboles por miedo a que los fantasmas que allí habitan se tornen contra ellos,  casi nadie ha osado pisar este bosque. -contó- Y todavía se espera a algún valiente que se adentre y resuelva ese oscuro misterio que envuelve el bosque del parque central. Y ese día está cerca de llegar -me contó.
   -Me acabo de enterar sobre esta leyenda, -comenté sorprendida- espero que descubran ese misterio, me pregunto ¿quién lo hará?
   -La persona o las personas que resolverán el misterio están más próximas de lo que parece -dijo en tono misterioso y me sonrió- y recuerda, a lo largo de tu vida pocos amigos estarán allí para ayudarte en los momentos más difíciles, y en ese momento descubrirás quiénes son tus amigos y quiénes no, porque ya sabes que los amigos de verdad son difíciles de tener, y muy pocos  para toda la vida.
   ¿Qué habrá querido decir con eso? –pensé- Y le pregunté:
   -Oiga, ¿cómo se llama?
   -Lo sabes, pero no lo recuerdas -contestó.
    - Pero… Vaya. ¡Anda! Pero si ya son la seis, mire allí están mis amigos –dije.
   Y cuando me giré para despedirme de aquél hombre…Había desaparecido sin que yo me hubiese dado cuenta.
   -¿A dónde habrá ido?-me pregunté a mi misma.
   -Hola, Elena, ¿desde cuándo hablas sola? -me preguntó Alex, el chico de ojos verdes y pelo rubio.
   -Hola, y lamento desilusionarte Alex pero no hablaba sola, estaba hablando con un vagabundo, del cual me sonaba su cara, pero no consigo recordar de que -y esa sonrisa me sonaba un montón-.
   -Pues yo también lamento decirte, que no había ningún vagabundo a tu lado –me indica Alex.
   -Menos mal, porque ese vagabundo podía haberte robado o incluso raptado-dijo alocadamente Nerea.
 -No, que va, este era muy simpático, y os aseguro que estaba hablando con alguien que se marchó sin que me diera cuenta. ¡Qué extraño!- comenté.
   -A lo mejor no lo llegamos a ver, aunque juraría que te vi hablando sola…bueno da igual –dijo Alex.
   -¿Qué vamos a hacer? –pregunté.
   -Habíamos pensado adentrarnos en el bosque, para ver porque la gente le tienen tanto miedo –respondió  Daniel, el chico de ojos azules y pelo castaño.
   -Sí, para ver si es verdad todas esas tonterías que nos cuentan los padres para meternos miedo y no entremos  en el  bosque –nos explicó Alex.
   -Adentrarnos en el bosque… pero dicen que está…encantado –dije yo recordando- podría ser peligroso.
   -Oye, Elena, en serio, ¿no te creerás esas historias, no? –dijo Daniel.     
   -No…pero.
-Pues yo estoy de acuerdo con Elena, –me defendió Laura- podría ser peligroso.
   -Y si nos perdemos, no volveremos a ver a nuestros padres y nos moriremos de hambre y de sed y…-comentó Nerea, que solía exagerar bastante.
   -Vale chicas, pero no os preocupéis que no nos vamos a alejar mucho y vamos a estar poco tiempo –dijo Alex.
Y todos nosotros nos adentramos en el bosque sin saber lo que nos esperaba, nos dirigíamos hasta la mismísima boca del lobo.
   -¡Eh, mirad! -gritó Daniel-  parece que hay algo debajo de todas esas ramas. Ayudadme a quitarlas.
  Todos nos pusimos a quitar todas las ramas y troncos que obstaculizaban el paso a un desconocido lugar. Después de quitar todas las ramas vimos una trampilla en el suelo, unimos nuestras fuerzas para poder abrirla y al final lo conseguimos. Al abrirla vimos unas escaleras que se adentraban en la oscuridad.
   -¡Qué guay! ¡Vamos a bajar para ver que hay al final de las escaleras! –exclamó Dani.
   -No deberíamos. Está anocheciendo, tendríamos que volver a casa –repliqué.
   -¿Ya es de noche? Es increíble lo rápido que pasa el tiempo –dijo Alex.
   -Elena tiene razón –dijo Laura-, deberíamos volver a casa.
   -Es verdad –apoyó Nerea-, ese pasadizo podría estar lleno de bichos asquerosos y seguro que al fondo de la escalera hay un gusano gigante listo para comernos.
   -No te pases, Nerea, allí abajo seguro que no hay ningún gusano, además será divertido, viviremos nuestra propia aventura –dijo Daniel
   -Venga, vale, vamos a bajar –dije.
   Y ahora, a pesar de todo, me arrepiento de haber cedido, nunca debimos bajar, pero… sigamos con la historia.
   Daniel bajó primero, y cuando llegó al final de la escalera, nos gritó:
   -¡No hay nada que temer, bajad!
   Al llegar nos encontramos con dos pasadizos y nos dividimos: Alex, Laura y Daniel fueron por el corredor izquierdo, y Nerea y yo por el derecho. Mientras íbamos caminando, Nerea me susurró:
    -Tengo miedo Elena y aquí hace frío, ¿qué pasa si nos perdemos?
   -Tranquila, no nos perderemos –respondí, aunque yo también tenía miedo-, Nerea…-nadie respondía- ¡Nerea! –me giré y  Nerea ya no estaba allí-.
   Y así es como llegué a quedarme sola en la oscuridad de aquél pasillo largo y angosto. Pero, un momento, alguien viene y lleva una antorcha, si son los raptores de Nerea vendrán a por mí también, tengo que esconderme donde sea, me pegaré a un hueco de la fría pared y con suerte no me verán.
 Momentos antes un encapuchado silenciosamente le tapó la boca a Nerea y le dio un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Al otro extremo del pasillo alguien gritaba:
 -¡Elena! ¡Nerea! ¿¡Dónde estáis!? -cuando de pronto alguien asestó un golpe en la cabeza-, ¡hay! ¿Quién ha sido? –Daniel se fijó más en la silueta que la aporreaba- ¡Elena! Tranquila, que soy yo, Dani.
   -¿Dani? ¡Oh! Cuánto lo siento, creía que eras un hombre que venía a raptarme –dije.
   -¿Por qué iba yo a querer raptarte?
   -Pues…
   -Da igual, pero… ¿Dónde está Nerea? –me preguntó.
   -¡Se la han llevado o ha desaparecido! –dije histéricamente.
   -Tonterías, seguro que se habrá ido por su propio pie –dijo Daniel en tono vacilón-, ya sabes lo miedica qué es…
   Molesta por el comentario que había dicho Daniel le grité:
 -¡Ella no es una miedica, ella nunca me abandonaría!…Pero de todas formas… ¿Dónde están los demás?
   -A Laura le pareció que sería peligroso que fueseis solas y Alex me aconsejó que viniera –respondió.
   -Claro –dije sin creérmelo del todo.
   -De camino vi que la trampilla se había cerrado, intenté abrirla pero no pude, o sea, que si queremos salir de aquí tendremos que seguir adelante –afirmó  Daniel.
   -Han sido ellos… –dije atando cabos en mi mente.
   -¿Ellos? –preguntó Dani.
   -Sí, ellos, los que cogieron a Nerea, ella no se fue sola, sino que se la llevaron. Desde que entré en este pasadizo tengo la sensación de que nos espían –apunté.
   -Si lo que dices es cierto lo mejor será que sigamos adelante –me dijo Daniel.
  -Si tú lo dices…
  Mientras, en el otro pasadizo:
   -¿Estás bien Laura? –preguntó preocupado Alex.
   -Bien, gracias, pero todavía me duele –respondió ella.
   -Nunca pensé que Dani nos fuese a hacer tal cosa cómo dejarnos inconscientes –dijo Alex.
   -Ya ves, espero que Elena esté bien –dijo Laura con temor.  
  -Tranquila, Elena sabe defenderse sola,  por si acaso sigamos adelante.
 Elena y Daniel llegaron al final del pasadizo y se postraron entre unas rocas para poder ver mejor lo que ocurría en la sala continua, en su interior había un grupo de personas, todos encapuchados y vestidos de negro rodeando un altar y encima de él se encontraba el cuerpo de Nerea.
   Intenté gritar, pero no pude, me había quedado muda de horror, notaba que unas lágrimas discurrían por mi rostro, Daniel intentaba compadecerme pero no lo conseguía. Y entonces unas manos ásperas me agarraron con violencia, grité y grité pidiendo ayuda a Daniel y perdí el conocimiento.  
Desperté confusa y dolorida, tenía atadas las piernas y los brazos, me encontraba encima del altar donde momentos antes había fenecido mi amiga  Nerea.  Oía unas voces de fondo, giré la cabeza, los encapuchados estaban a mí alrededor entonando un cántico extraño, pero no vi a Daniel. Me volví a desmayar de lo débil que estaba y pensé que seguiría el mismo destino que mi amiga.
 Escondidos en la oscuridad se encontraban Laura y Alex, habían visto lo ocurrido desde que me ataron. 
    Se aterraron al ver el cuerpo sin vida de Nerea,  y no iban a permitir que eso también le ocurriera a Elena:
   -¿Qué vamos a hacer? Tenemos que rescatar a Elena, pero… ¿Cómo? -preguntó angustiada Laura- ¿Se te ocurre algo Alex?
   -Habrá que despistarlos…haciendo fuego –respondió el aludido.
   -Y, ¿cómo piensas hacer fuego? –dijo Laura
   -Fácil, es casualidad pero traigo unas cerillas y allí creo que hay unos cartones, acerquémonos, hemos de intentarlo –y se dispuso a hacerlo- bien ya está, ahora dejemos que corra el fuego y los despiste.
   -Esperemos que funcione –dijo esperanzada Laura.
   Y lo consiguieron,  los desconocidos pararon  sus cánticos fantasmagóricos e intentaron apagar el fuego, que se había extendido rápidamente y amenazaba con dejarlos sin salida.
   Me desperté, olía a quemado y la visión de mi padre en el parque me dio fuerzas.  
-Despierta, Elena, no te rindas hija mía.
  -Despierta Elena –gritaba Laura.
  -¿Laura? ¿Dónde estoy? –dije.
  -¡Elena! Gracias a Dios que estás bien, venga ayúdame a desatarte, no es momento de explicaciones –explicó Laura.
   La ayudé cómo pude, me fijé  que los encapuchados intentaban sofocar el fuego, cosa que estaban consiguiendo, y cuando Laura y yo nos disponíamos a escapar, junto con Alex, que corrió en nuestra ayuda, nos cerraron el paso rodeándonos en círculo, uno de ellos se adelantó, parecía ser el jefe y se dirigió a nosotros:
   -Bienvenidos mis queridos rehenes, os preguntareis ¿quiénes somos? y ¿qué hacemos –nos dijo-, ¿no es cierto? Somos la Organización XIII y rendimos culto al Dios Hades, para ello los días de solsticio como hoy hacemos un sacrificio de tres chicas para que Hades no desate su furia sobre nosotros y no nos convierta en seres imperfectos como lo son las mujeres –explicó.
   -¡Sois seres despreciables, habéis matado a Nerea, y queréis hacer lo mismo con nosotros! –gritó Laura enfurecida.
   -Pero… ¿Dónde encaja Dani en todo esto? –preguntó Alex.
   En ese instante Daniel apareció entre los encapuchados.
   -Yo fui él que os persuadió para que vinierais aquí abajo, yo cogí a Nerea, –dijo dirigiéndose a mi-, Elena era mentira eso de que Alex y Laura habían dicho que viniera a protegerte, los dejé inconscientes y vine a por ti.
   - Pero yo creí que eras nuestro amigo ¡Traidor! –le escupí.
   -Grita todo lo que quieras porque serán las últimas palabras que digas –dijo Dani amenazándome.
   -Un momento, denos una oportunidad de escapar, háganos una prueba –dijo Alex dirigiéndose al jefe:
-Está bien, os diré un acertijo, si falláis morís y si acertáis os vais, escuchad: un copista propone reorganizar la sala de miniaturas. Clarisa quiere ir detrás de Esteban, pero éste también quiere ir detrás de Clarisa. ¿Cómo se resuelve este problema? –dijo el jefe.
    Yo pensé que no podía ser tan fácil, pero lo consulte con mis amigos y respondí:
   -Basta con colocarlos espalda contra espalda.
   -Es correcto… ¡Prendedlos! – ordenó el jefe.
     En vista de la trampa, Alex encendió una cerilla y la echó en un montón de cajas y cartonajes apilados en la estancia. Todo se incendió y de Dani nunca más se supo. Elena, Laura y Alex consiguieron escapar y volver al parque, pero nunca consiguieron explicar  una aventura que jamás olvidarían.