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martes, 17 de julio de 2012

Noche blanca capítulo 1


Un manto blanco lo cubría todo. Debido a la nieve apenas se podía distinguir algo en los alrededores, ni siquiera el pueblo del que me alejaba, Amer, situado en la provincia de Girona, era bastante pequeño, todo hay que decirlo, se encontraba en un antiguo valle volcánico, formado principalmente por una calle principal, con pequeñas casas a ambos lados de ella, que llevaba hasta una plaza donde habían tiendas y bares, una plaza normal donde antaño, cuando hacía buen tiempo, sacaban mesas al exterior.
 También había un rio, el rio Brugent, que atravesaba el antiguo valle volcánico, al que mi padre y yo solíamos ir a pescar por muy prohibido que estuviese.
 Mi madre solía decir: “Después de un largo verano siempre viene un invierno aún más largo”
 Cuanta razón tenía…
 Mi mente siempre relaciona el rio con lo que ocurrió ese día.

4 de mayo de 2005
 Soleado aunque soplaba una pequeña brisa, mis ojos solo tenían vista para el gran bosque que se abría a mí, poblado por encinares y castaños, acompañando al rio a su final.
 Tenía siete años e iba con mi hermano de cuatro.
 Llegamos a un tramo del rio atravesado por grandes rocas, mi hermano empezó a saltar de roca en roca riendo, le dije que bajase de ellas, podría resbalarse y hacerse mucho daño. De nada sirvió avisarle, me desobedeció: saltó de roca en roca hasta que ocurrió lo inevitable, resbaló y cayó a las frias aguas del rio.
 -¡Jordi! –grité su nombre asustado.
 Me acerqué corriendo al cauce del rio.
 -¡Coge mi mano! –se la tendí.
 -¡No llego! –consiguió articular pese a todo el agua que estaba tragando.
 Nunca me habían enseñado a nadar, o tal vez es que nunca quise aprender.
 Lo único que hice fue quedarme mirando como el agua se lo tragaba y la corriente se lo llevaba más y más lejos. Mi cerebro no era capaz de registrar que mi hermano se había ahogado. Tenía el cuerpo totalmente paralizado a causa de ello.
 Encontraron el cuerpo sin vida de Jordi varado en un tronco.

 Agité la cabeza para alejar esos malos recuerdos de mi mente.
 ¿Qué se vería desde las cumbres de las montañas nevadas, altas e imponentes que se encontraban a lo lejos?
 <<Son como unos guardianes, siempre vigilando Amer y sus alrededores>> dijo una vez Jordi.  
 Mis músculos se entumecían cada vez más a cada paso que daba. El frío me tenía paralizado. Sentí mis párpados más pesados de lo normal. El mundo de los sueños me requería en él.
 Cai como un peso muerto sobre la nieve, la sentía fría pero a la vez cómoda bajo mi cuerpo. Quería dormir pero sabía que no debía si no quería morir congelado.
 Me dije a mí mismo que solo estaría unos minutos descansando y que después seguiría mi camino. “Debí abrigarme más” eso fue lo último que pensé antes de caer en las garras del sueño.

 Una luz, la cual no sabía de donde provenía, atacó mis ojos obligándome a abrirlos, no tenía frio.
 Enfoqué la vista y vi que me encontraba en una cueva y que una pequeña hoguera irradiaba luz y calor.
  “¿Cómo había llegado hasta aquí? Me levanté con cuidado, me sentía débil y los músculos agarrotados, me acerqué a la entrada de la cueva: la ventisca no había amainado y una fría brisa acarició mi rostro.
 -¿Piensas salir con este tiempo? –di la vuelta como si estuviese activado por un resorte.
 La voz provenía de un hombre, con varias capas de abrigo encima, sentado al calor de la hoguera.
 ¿Cómo es que no le había visto al pasar por delante?
 -¿Quién es usted? –pregunté- ¿Me ha traído hasta aquí?
 -Primero, tutéame, que me traten de usted me hace sentir más viejo de lo que ya soy –sonrió afable- ven, siéntate.
  Eso hice.
-¿Quién es usted?
 -Creo que importa más saber que hacías durmiendo muerto de frio ahí fuera. Tienes suerte de que pasara por allí o no estaríamos hablando ahora.
 -Escapar –dije solamente. Clave la mirada en las llamas.
 Escapar de las miradas acusadoras que me echaba la gente, con solo mirarles sabía que me acusaban de matar a mi hermano, dicen que lo empujé o que no moví ningún músculo por salvarle.
 No sabían lo que decían.
 Pero lo que más me dolía era ver todos los días la tristeza y el dolor de perder a un hijo replejados en los rostros de mis padres. Sé que les costó mucho tiempo volver a sonreír con naturalidad. Constantemente sentía la mirada de mi madre clavada en mi espalda culpándome, tal vez, por no rescatar a Jordi.
 Sentía eso y mucho más.
 Por primera vez en mi vida, me sentí solo.
 Pensé que al escapar ya nadie me culparía de nada y todos podrían volver a vivir en paz.
 Pensé.

-¿Escapar? –la pregunta de aquel hombre me sacó de mis pensamientos- Eso me recuerda a una historia. ¿Te gustaría oírla?
 -Me parece bien, yo… no tengo prisa –intenté sonreír pero no pude.
 El hombre, cuyo nombre desconocía, se aclaró la voz mientras yo conseguía apoyar la espalda en la pared de la cueva a pesar de su rugosidad.
 Y la historia de un niño atrapado en un mundo y con un futuro que no deseaba dio comienzo.


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