background: url(URL de la imagen) no-repeat center center fixed; background-size: cover; expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

domingo, 12 de abril de 2015

Asleep

Aquel día una pesadilla provocó que se levantara más temprano de lo normal. El dolor de cabeza era acuciante así que decidió salir a tomar el aire. Sus pasos le llevaron hasta la playa, estaría a diez o quince minutos de su casa. Allí el aire removía con más ímpetu su cabello. El viento acariciaba su piel, pero no sentía frío, a decir verdad hacía tiempo que había dejado de sentir. Ni frío, ni calor; ni tristeza, ni alegría. No sabía cómo se sentía.
Solo sabía que el rumor del oleaje apaciguaba su intranquila mente. Una mente que nunca descansaba, constantes pensamientos la atravesaban, sin apenas descanso. Ojalá pudiera decir que la mayoría eran buenos pensamientos, pero a mi pesar, no eran así: atormentaban la mente que los creaba, no dejaban de buscar el porqué de todo lo malo que la rodeaba, sin molestarse siquiera en buscar una salida. Pero allí estaba: el sonido de las olas. Unas olas golpeando contra la orilla para luego retraerse y volver al removido, amplio, furioso, y en ocasiones, engañosamente tranquilo océano.
Al acercarse al agua la notó bastante fría pero no le importó, siguió sumergiéndose. Llegado un punto volvió la vista atrás, hacia todo aquello que conocía o que creía conocer, era una noche sin luna, estaba oscuro, no vio nada, nada que la pudiese retener. Nada se hizo ver. Se dio la vuelta y  observó todo lo desconocido que se abría ante ella; y por primera vez en mucho tiempo sintió. Las lágrimas discurrieron por su rostro hasta llegar a unirse con el propio océano. No os diré que quiso parar de llorar porque no fue así. No quiso parar el torrente de lágrimas, llevaba demasiado tiempo reteniéndolas. Al final cerró los ojos y terminó sumergiéndose por completo.


Murió, murió ahogada entre sus propias lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario