-¿Aria? -reconocería esa voz en cualquier
parte.
-Estoy aquí -respondí.
Jude me encontró agachada en medio de la más absoluta oscuridad en un pequeño recoveco, se arrodilló a mi lado enfocando la luz, una luz proveniente de su mano que se iluminaba por sí misma.
-¿Vas a contarme qué hiciste para escapar?
La poca luz que había en
nuestra guarida se extinguió por completo.
-¿Arizona? -no obtuve respuesta- ¿Arizona? –repetí más nerviosa.
Una mano me tapó la boca y escuché la voz de Arizona susurrándome al oído:
-Tranquila, estoy aquí, contigo, baja un poco la voz, supongo que no querrás que nos encuentren -asentí ligeramente- sígueme y no hagas ruido.
-¿Quién nos ataca?–pregunté atemorizada a la vez que intentaba no perder de vista a Arizona.
-Rus… -un estruendo interrumpió sus palabras, de pronto, silencio, pequeñas piedrecitas y tierra empezaron a caer sobre nuestras cabezas, y de nuevo otra vez el estruendo, se oían los gritos de los demás habitantes de la base alertando del peligro, el techo se estaba derrumbando encima nuestra- ¡Aria! ¡Escóndete!
-No te voy a dejar aquí –pretendí sonar lo más segura de mí misma posible a pesar de encontrarme en un estado de terror absoluto.
-Estaré bien, no te preocupes por mí, ¡vete! –me pegó un empujón para que saliese corriendo.
La miré a los ojos sin saber que posiblemente esa sería la última vez que la volviese a ver, ella me sonrió poco convencida y movió los labios diciendo solamente:
-Mátalo por mí –y me dio la espalda.
No debía hacerlo
pero salí corriendo, me sentí estúpida, si alguna vez volvía a verla ya no
podría mirarla a la cara, la había abandonado, solo había bastado con que ella
me lo ordenase para que saliese corriendo, ¿cómo podía alguien volver a confiar
mí? Me odié a mí misma, odié a Arizona por decirme que me fuese, por entrar en
mi vida de esa forma, por ser la primera amiga que había tenido en mucho
tiempo, por culpa de ello ahora me sentía como un estorbo, no me reconozco,
¿quién soy? “Aria” respondería ella, soy Aria.
Hacía frio. La
oscuridad lo cubría todo. Me imaginé cayendo en un pozo sin fondo, intentaba
gritar pero nadie me oía, nadie acudía rescatarme, estaba sola, la luz del
exterior estaba cada vez más lejos y de pronto dejé de verla. Oscuridad.
Soledad.
Esa voz… Levanté la vista lentamente y vi su pelo rojo inconfundible: Russell o también llamado Vulcanus.
¿Iba a morir? ¿Eso era lo que me estaba diciendo? Sé que debería sentirme asustada, muerta de miedo pero no era así, la cabeza me dolía tanto que apenas le escuchaba. Sentía que la pared me incitaba a dormir, la piedra era muy fría y raspaba pero a la vez cálida, tenía sueño, la espalda me dolía, todo me daba vueltas. Oí a mi hermano repetirme algo:
-Las cosas cambian, siempre fuiste demasiado débil, Arizona, y todavía lo eres.
-¡La abandoné!
–grité a Jude a pesar de que no tenía la culpa de nada- y ese sueño que tuve…
no sabía que Vulcanus y Arizona eran hermanos…
-Es normal que no
lo supieses si nunca te lo dijo -dijo cortante- eres demasiado débil, Aria, si
te quedabas con ella podrías haber puesto en peligro la vida de las dos. Arizona
lo único que quería era tu propia seguridad anteponiéndola a la suya -esta vez
fue más suave al hablarme a la vez que se sentaba a mí lado.
Y dicho esto se levantó.
Jude, alto y
rubio, Harry, bajito y cabello castaño me esperaban en el exterior. La luz del
amanecer le daba una tonalidad dorada al cabello de Jude que se dio la vuelta
al oír mis pasos:
-Buenos días,
Aria, veo que por fin decidiste levantarte.
-Estoy aquí -respondí.
Jude me encontró agachada en medio de la más absoluta oscuridad en un pequeño recoveco, se arrodilló a mi lado enfocando la luz, una luz proveniente de su mano que se iluminaba por sí misma.
-¿Vas a contarme qué hiciste para escapar?
-¿Arizona? -no obtuve respuesta- ¿Arizona? –repetí más nerviosa.
Una mano me tapó la boca y escuché la voz de Arizona susurrándome al oído:
-Tranquila, estoy aquí, contigo, baja un poco la voz, supongo que no querrás que nos encuentren -asentí ligeramente- sígueme y no hagas ruido.
-¿Quién nos ataca?–pregunté atemorizada a la vez que intentaba no perder de vista a Arizona.
-Rus… -un estruendo interrumpió sus palabras, de pronto, silencio, pequeñas piedrecitas y tierra empezaron a caer sobre nuestras cabezas, y de nuevo otra vez el estruendo, se oían los gritos de los demás habitantes de la base alertando del peligro, el techo se estaba derrumbando encima nuestra- ¡Aria! ¡Escóndete!
-No te voy a dejar aquí –pretendí sonar lo más segura de mí misma posible a pesar de encontrarme en un estado de terror absoluto.
-Estaré bien, no te preocupes por mí, ¡vete! –me pegó un empujón para que saliese corriendo.
La miré a los ojos sin saber que posiblemente esa sería la última vez que la volviese a ver, ella me sonrió poco convencida y movió los labios diciendo solamente:
-Mátalo por mí –y me dio la espalda.
Arizona me mataría
por sentirme así pero… debo rescatarla, debo hacerlo, ella haría lo mismo por
mí.
Encontré un
pequeño recoveco, me di un golpe bastante sonoro en la cabeza al meterme en él,
abracé mis rodillas y cerré los ojos, mi último pensamiento fue dedicado a
Arizona y soñé.
El sonido de unos
pasos acercándose a lo lejos me despertó de mi ensoñación. La saliva sabía a
sangre, intenté moverme pero no pude, me dolían mucho los músculos. Alguien
abrió la puerta de lo que supuse sería mi celda, la poca luz que entró me cegó
completamente.
-Buenos días,
Arizona, ¿has dormido bien? -no respondí- Espero que la celda haya sido de tu agrado.Esa voz… Levanté la vista lentamente y vi su pelo rojo inconfundible: Russell o también llamado Vulcanus.
-¿Hermano? –mi voz
era apenas audible, tantos años sin verlo y ahora de pronto, aparecía en mi
vida y yo encarcelada por él mismo.
-Veo que los años
no han borrado tu memoria -sonrió, en cambio yo no- ¿no te alegras de volver a
verme?
Clavé la mirada en
sus ojos, me levanté lentamente y me apoyé en la pared ¿por qué estaba tan
cansada?
-Tal vez te
interese saber que estás drogada, por eso apenas puedes moverte, lo cierto es
que es una droga bastante fuerte la que recorre tu cuerpo, según mis cálculos
te quedan dos días de vida.¿Iba a morir? ¿Eso era lo que me estaba diciendo? Sé que debería sentirme asustada, muerta de miedo pero no era así, la cabeza me dolía tanto que apenas le escuchaba. Sentía que la pared me incitaba a dormir, la piedra era muy fría y raspaba pero a la vez cálida, tenía sueño, la espalda me dolía, todo me daba vueltas. Oí a mi hermano repetirme algo:
-Si quieres vivir
vas a tener que obedecerme de ahora en adelante.
La poca saliva que
me quedaba la utilicé para responderle:
-El agua vence al
fuego, siempre.
Él soltó una
carcajada.-Las cosas cambian, siempre fuiste demasiado débil, Arizona, y todavía lo eres.
-Pues no debió
hacerlo, no soy tan importante como para que la gente se sacrifique por mí.
-Para ella si lo
eres.Y dicho esto se levantó.
-¿Adónde vas?
-La base ha
quedado destrozada tras el ataque, lo mejor que podemos hacer y lo que debemos
es rescatar a Arizona -me miró directamente a los ojos- ¿piensas quedarte aquí
todo el día o nos vas a acompañar?
No podía creer lo
que oía.
-Acabas de decir
que soy muy débil, mi intención no es poner en peligro la vida de los demás
-respondí burlona.
Jude solamente
sonrió.
-Nos vemos mañana
por la mañana.
Al ir a responderle
que me había perdido por culpa de tanto túnel, Jude dio media vuelta y empezó a
caminar.
Harry me sonrió
tímidamente:
-¿Vamos? -preguntó.
Asentí.
-¿Solo vamos
nosotros tres? -pregunté
-En principio sí,
pero si la cosa se pone fea creo que Jude pedirá refuerzos aunque ahora la
mayoría están intentando arreglar lo que el derrumbamiento destrozó.
Harry me estuvo
contando nuestro plan de ataque o de infiltrarnos en el Ayuntamiento sin llamar
la atención de camino al edificio.
Al final llegamos
al Ayuntamiento, donde días antes había estado yo, pero todo lo que pasó antes
de conocer a Arizona lo considero cosa del pasado.
Levanté la vista y
lo primero que vi fue el reloj de la ciudad en el centro
del frontón de la fachada
principal, de un color anaranjado, el cual dispone de carrillón. Mi padre me contó
que cuando dan las horas y las medias interpreta melodías típicas de la ciudad.
Encima de la
puerta principal del balcón se
encontraba un gran escudo de la ciudad escoltado por
las escudo de dos musas, que representan respectivamente la
abundancia y la felicidad.
-A
partir de ahora no os separéis -avisó Jude- y sí, ya sé que solo es el
Ayuntamiento pero no todo es lo que parece.
-Jude… es solo un
edificio –dijo Harry.
-Cuando salgamos
te preguntaré si te sigue pareciendo un simple edificio para ver si sigues
pensado lo mismo.
-Eso será si
salimos… -dije para mí misma.
A pesar de decirlo
en voz muy baja, Jude me oyó y me miró fijamente:
-Saldremos.
*Chan chan* ¿¡Y ahora qué!? Me encanta :3
ResponderEliminar