Esta es la historia que hace un tiempo se llevó un tercer premio:
Aquí estoy, completamente
sumida en la oscuridad, hace bastante frío y gracias a mis sentidos puedo percibir
que me encuentro en un estrecho pasillo largo y angosto, las paredes al tacto
se encuentran gélidas y rugosas, deben estar hechas de ladrillo, y lo peor de
todo, creo que estoy completamente sola. Supongo que os preguntaréis como he
llegado hasta aquí, la respuesta os la puedo contestar, solamente escuchad con
claridad:
Estaba yo tan tranquila en mi habitación
azul, tirada en la colcha azul de mi cama, escuchando música en mí MP3 que me habían
regalado por Navidad, cuando entra mi madre:
-Te llama Laura.
Antes tengo que decir que mi madre tenía
unos preciosos rizos rubios y castaños que le caían por la espalda. Laura era una
de mis mejores amigas. Me acerqué el teléfono al oído y saludé:
-Hola, Laura. ¿Qué pasa?
-Hola, Elena, me preguntaba si querrías
quedar, van a venir los demás -dijo ella.
-Vale, pero, ¿a qué hora? -le pregunté.
-Pues sobre las seis -me contestó.
-Bien no hay problema, como hoy es viernes…
-Genial, hasta luego -se despidió.
-Hasta luego –dije yo.
Después de esta “trepidante” conversación
telefónica, mi madre me mira y:
-¿Qué quería Laura?
-Que si podíamos quedar ahora
-Sí, será bueno qué te dé el aire.
-Bien -le agradecí. Me puse unos vaqueros,
una camiseta verde y me calcé mis zapatos favoritos, eran azules
indudablemente, y me fui a la calle.
Cogí mi bicicleta y me fui pedaleando
hasta el parque donde habíamos quedado, era el parque central de Aicrum, así lo
llamábamos nosotros, ya que era el parque más grande de todos, en realidad no
se encuentra en el centro de Aicrum, pero junto a él se inicia un precioso bosque repleto de una gran
variedad de árboles, flores y animales. Este parque estaba lleno de vida, no solo
humana sino de fauna y flora. Me encontraba muy a gusto en aquél parque.
Cuando llegué no había ningún amigo mío,
miré mi reloj, eran las seis menos veinte, había llegado antes de lo previsto.
Me senté en el banco más cercano a esperar. En ese tiempo se me acercó un
hombre que se sentó a mi lado, parecía un vagabundo, tenía un aspecto
desaliñado, vestía unos pantalones medio rotos,
un jersey que debía de estar en las últimas y unos zapatos por los que
ya se asomaban sus dedos. Y me preguntó:
-Esperando a alguien, supongo.
-Sí, a mis amigos-contesté.
-Te parecerá raro qué una persona tan extraña como yo te hable,
¿no es cierto?-me dijo con su voz ronca y áspera.
-Bueno…Pues -dije un poco intranquila.
- No te preocupes. Pero… ¡Hay, chica! Tienes
mucha suerte tener una vida tan
estupenda como la tuya.
-¿Porqué dice eso?-pregunté.
-Porque -se dirigió a mí mirándome a los
ojos y me pude fijar en que los suyos eran grises y estaban llenos de tristeza
y anhelo-, yo una vez fui feliz y tenía una familia estupenda, pero por el ansia de la codicia lo eché todo a
perder -me explicó.
-Lo siento -bajé la mirada y en esto me vino
a la mente la historia de mi difunto padre, yo lo quería mucho y él a mí, pero
al igual que el vagabundo lo echó todo a perder, nos dejó atrás y un día desapareció,
se cree que él estaba metido en asuntos extraños, nunca se volvió a saber de él.
-No lo sientas, la culpa la tengo yo y solo
yo, y con todo esto te estoy diciendo que no desaproveches tu preciosa vida, no
la desperdicies, vive cada minuto de tu larga vida, disfrútala al máximo y se
feliz -me dijo.
-Lo intentaré -prometí.
-Eso espero…eso espero.
Y me paré a pensar: ¿se puede saber porque
este hombre desconocido me dejó caer esas palabras?
-¿Cómo te llamas?-preguntó, aunque parecía saber la respuesta.
-Elena -contesté. A pesar de que mis padres
me habían dicho que no hablara con desconocidos, este me infundía simpatía.
-Elena, un precioso nombre, ¿qué te parece
si para matar el tiempo mientras esperas a tus amigos, te cuento una leyenda
sobre el bosque de aquí al lado? -dijo el vagabundo.
-¿Hay una leyenda sobre este bosque?
-pregunté intrigada.
-Claro que si, toda cosa tiene una historia
y esta es una de ellas, presta atención.
Así fue como me empezó a contar una historia
muy interesante de la yo nunca había oído hablar y que ya no olvidaría jamás.
-Cuenta la leyenda que en los solsticios de
invierno y verano, el humo se asoma tras los árboles, gritos fantasmales se
oyen, desaparecen chicas, por lo que nadie se atreve a adentrarse nunca en el
bosque. Por eso la gente comenta que está encantado, de ahí que no se talen
árboles por miedo a que los fantasmas que allí habitan se tornen contra ellos, casi nadie ha osado pisar este bosque. -contó-
Y todavía se espera a algún valiente que se adentre y resuelva ese oscuro
misterio que envuelve el bosque del parque central. Y ese día está cerca de
llegar -me contó.
-Me acabo de enterar sobre esta leyenda, -comenté
sorprendida- espero que descubran ese misterio, me pregunto ¿quién lo hará?
-La persona o las personas que resolverán el
misterio están más próximas de lo que parece -dijo en tono misterioso y me
sonrió- y recuerda, a lo largo de tu vida pocos amigos estarán allí para
ayudarte en los momentos más difíciles, y en ese momento descubrirás quiénes
son tus amigos y quiénes no, porque ya sabes que los amigos de verdad son
difíciles de tener, y muy pocos para toda
la vida.
¿Qué habrá querido decir con eso? –pensé- Y
le pregunté:
-Oiga, ¿cómo se llama?
-Lo sabes, pero no lo recuerdas -contestó.
- Pero… Vaya. ¡Anda! Pero si ya son la
seis, mire allí están mis amigos –dije.
Y cuando me giré para despedirme de aquél
hombre…Había desaparecido sin que yo me hubiese dado cuenta.
-¿A dónde habrá ido?-me pregunté a mi misma.
-Hola, Elena, ¿desde cuándo hablas sola? -me
preguntó Alex, el chico de ojos verdes y pelo rubio.
-Hola, y lamento desilusionarte Alex pero no
hablaba sola, estaba hablando con un vagabundo, del cual me sonaba su cara,
pero no consigo recordar de que -y esa sonrisa me sonaba un montón-.
-Pues yo también lamento decirte, que no
había ningún vagabundo a tu lado –me indica Alex.
-Menos mal, porque ese vagabundo podía
haberte robado o incluso raptado-dijo alocadamente Nerea.
-No, que va, este era muy simpático, y os
aseguro que estaba hablando con alguien que se marchó sin que me diera cuenta.
¡Qué extraño!- comenté.
-A lo mejor no lo llegamos a ver, aunque juraría
que te vi hablando sola…bueno da igual –dijo Alex.
-¿Qué vamos a hacer? –pregunté.
-Habíamos pensado adentrarnos en el bosque,
para ver porque la gente le tienen tanto miedo –respondió Daniel, el chico de ojos azules y pelo
castaño.
-Sí, para ver si es verdad todas esas
tonterías que nos cuentan los padres para meternos miedo y no entremos en el
bosque –nos explicó Alex.
-Adentrarnos en el bosque… pero dicen que
está…encantado –dije yo recordando- podría ser peligroso.
-Oye, Elena, en serio, ¿no te creerás esas
historias, no? –dijo Daniel.
-No…pero.
-Pues yo estoy de acuerdo
con Elena, –me defendió Laura- podría ser peligroso.
-Y si nos perdemos, no volveremos a ver a
nuestros padres y nos moriremos de hambre y de sed y…-comentó Nerea, que solía
exagerar bastante.
-Vale chicas, pero no os preocupéis que no
nos vamos a alejar mucho y vamos a estar poco tiempo –dijo Alex.
Y todos nosotros nos
adentramos en el bosque sin saber lo que nos esperaba, nos dirigíamos hasta la
mismísima boca del lobo.
-¡Eh, mirad! -gritó Daniel- parece que hay algo debajo de todas esas
ramas. Ayudadme a quitarlas.
Todos nos pusimos a quitar todas las ramas y
troncos que obstaculizaban el paso a un desconocido lugar. Después de quitar
todas las ramas vimos una trampilla en el suelo, unimos nuestras fuerzas para
poder abrirla y al final lo conseguimos. Al abrirla vimos unas escaleras que se
adentraban en la oscuridad.
-¡Qué guay! ¡Vamos a bajar para ver que hay
al final de las escaleras! –exclamó Dani.
-No deberíamos. Está anocheciendo,
tendríamos que volver a casa –repliqué.
-¿Ya es de noche? Es increíble lo rápido que
pasa el tiempo –dijo Alex.
-Elena tiene razón –dijo Laura-, deberíamos
volver a casa.
-Es verdad –apoyó Nerea-, ese pasadizo
podría estar lleno de bichos asquerosos y seguro que al fondo de la escalera
hay un gusano gigante listo para comernos.
-No te pases, Nerea, allí abajo seguro que
no hay ningún gusano, además será divertido, viviremos nuestra propia aventura
–dijo Daniel
-Venga, vale, vamos a bajar –dije.
Y ahora, a pesar de todo, me arrepiento de
haber cedido, nunca debimos bajar, pero… sigamos con la historia.
Daniel bajó primero, y cuando llegó al final
de la escalera, nos gritó:
-¡No hay nada que temer, bajad!
Al llegar nos encontramos con dos pasadizos
y nos dividimos: Alex, Laura y Daniel fueron por el corredor izquierdo, y Nerea
y yo por el derecho. Mientras íbamos caminando, Nerea me susurró:
-Tengo miedo Elena y aquí hace frío, ¿qué
pasa si nos perdemos?
-Tranquila, no nos perderemos –respondí,
aunque yo también tenía miedo-, Nerea…-nadie respondía- ¡Nerea! –me giré y Nerea ya no estaba allí-.
Y así es como llegué a quedarme sola en la
oscuridad de aquél pasillo largo y angosto. Pero, un momento, alguien viene y
lleva una antorcha, si son los raptores de Nerea vendrán a por mí también,
tengo que esconderme donde sea, me pegaré a un hueco de la fría pared y con
suerte no me verán.
Momentos antes un encapuchado silenciosamente le
tapó la boca a Nerea y le dio un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Al otro extremo del
pasillo alguien gritaba:
-¡Elena! ¡Nerea! ¿¡Dónde estáis!? -cuando de
pronto alguien asestó un golpe en la cabeza-, ¡hay! ¿Quién ha sido? –Daniel se
fijó más en la silueta que la aporreaba- ¡Elena! Tranquila, que soy yo, Dani.
-¿Dani? ¡Oh! Cuánto lo siento, creía que
eras un hombre que venía a raptarme –dije.
-¿Por qué iba yo a querer raptarte?
-Pues…
-Da igual, pero… ¿Dónde está Nerea? –me
preguntó.
-¡Se la han llevado o ha desaparecido! –dije
histéricamente.
-Tonterías, seguro que se habrá ido por su
propio pie –dijo Daniel en tono vacilón-, ya sabes lo miedica qué es…
Molesta por el comentario que había dicho
Daniel le grité:
-¡Ella no es una miedica, ella nunca me
abandonaría!…Pero de todas formas… ¿Dónde están los demás?
-A Laura le pareció que sería peligroso que
fueseis solas y Alex me aconsejó que viniera –respondió.
-Claro –dije sin creérmelo del todo.
-De camino vi que la trampilla se había
cerrado, intenté abrirla pero no pude, o sea, que si queremos salir de aquí tendremos
que seguir adelante –afirmó Daniel.
-Han sido ellos… –dije atando cabos en mi
mente.
-¿Ellos? –preguntó Dani.
-Sí, ellos, los que cogieron a Nerea, ella
no se fue sola, sino que se la llevaron. Desde que entré en este pasadizo tengo
la sensación de que nos espían –apunté.
-Si lo que dices es cierto lo mejor será que
sigamos adelante –me dijo Daniel.
-Si tú lo dices…
Mientras, en el otro pasadizo:
-¿Estás bien Laura? –preguntó preocupado
Alex.
-Bien, gracias, pero todavía me duele
–respondió ella.
-Nunca pensé que Dani nos fuese a hacer tal
cosa cómo dejarnos inconscientes –dijo Alex.
-Ya ves, espero que Elena esté bien –dijo
Laura con temor.
-Tranquila, Elena sabe defenderse sola, por si acaso sigamos adelante.
Elena y Daniel llegaron al final del pasadizo
y se postraron entre unas rocas para poder ver mejor lo que ocurría en la sala
continua, en su interior había un grupo de personas, todos encapuchados y
vestidos de negro rodeando un altar y encima de él se encontraba el cuerpo de
Nerea.
Intenté gritar, pero no pude, me había
quedado muda de horror, notaba que unas lágrimas discurrían por mi rostro,
Daniel intentaba compadecerme pero no lo conseguía. Y entonces unas manos
ásperas me agarraron con violencia, grité y grité pidiendo ayuda a Daniel y
perdí el conocimiento.
Desperté confusa y
dolorida, tenía atadas las piernas y los brazos, me encontraba encima del altar
donde momentos antes había fenecido mi amiga Nerea. Oía unas voces de fondo, giré la cabeza, los
encapuchados estaban a mí alrededor entonando un cántico extraño, pero no vi a
Daniel. Me volví a desmayar de lo débil que estaba y pensé que seguiría el
mismo destino que mi amiga.
Escondidos en la oscuridad se encontraban
Laura y Alex, habían visto lo ocurrido desde que me ataron.
Se
aterraron al ver el cuerpo sin vida de Nerea,
y no iban a permitir que eso también le ocurriera a Elena:
-¿Qué vamos a hacer? Tenemos que rescatar a
Elena, pero… ¿Cómo? -preguntó angustiada Laura- ¿Se te ocurre algo Alex?
-Habrá que despistarlos…haciendo fuego
–respondió el aludido.
-Y, ¿cómo piensas hacer fuego? –dijo Laura
-Fácil, es casualidad pero traigo unas
cerillas y allí creo que hay unos cartones, acerquémonos, hemos de intentarlo
–y se dispuso a hacerlo- bien ya está, ahora dejemos que corra el fuego y los
despiste.
-Esperemos que funcione –dijo esperanzada
Laura.
Y lo consiguieron, los desconocidos pararon sus cánticos fantasmagóricos e intentaron
apagar el fuego, que se había extendido rápidamente y amenazaba con dejarlos
sin salida.
Me desperté, olía a quemado y la visión de
mi padre en el parque me dio fuerzas.
-Despierta, Elena, no
te rindas hija mía.
-Despierta Elena –gritaba Laura.
-¿Laura? ¿Dónde estoy? –dije.
-¡Elena! Gracias a Dios que estás bien, venga
ayúdame a desatarte, no es momento de explicaciones –explicó Laura.
La
ayudé cómo pude, me fijé que los
encapuchados intentaban sofocar el fuego, cosa que estaban consiguiendo, y
cuando Laura y yo nos disponíamos a escapar, junto con Alex, que corrió en
nuestra ayuda, nos cerraron el paso rodeándonos en círculo, uno de ellos se
adelantó, parecía ser el jefe y se dirigió a nosotros:
-Bienvenidos mis queridos rehenes, os
preguntareis ¿quiénes somos? y ¿qué hacemos –nos dijo-, ¿no es cierto? Somos la
Organización XIII y rendimos culto al Dios Hades, para ello los días de
solsticio como hoy hacemos un sacrificio de tres chicas para que Hades no
desate su furia sobre nosotros y no nos convierta en seres imperfectos como lo
son las mujeres –explicó.
-¡Sois seres despreciables, habéis matado a
Nerea, y queréis hacer lo mismo con nosotros! –gritó Laura enfurecida.
-Pero… ¿Dónde encaja Dani en todo esto?
–preguntó Alex.
En ese instante Daniel apareció entre los
encapuchados.
-Yo fui él que os persuadió para que
vinierais aquí abajo, yo cogí a Nerea, –dijo dirigiéndose a mi-, Elena era
mentira eso de que Alex y Laura habían dicho que viniera a protegerte, los dejé
inconscientes y vine a por ti.
- Pero yo creí que eras nuestro amigo
¡Traidor! –le escupí.
-Grita todo lo que quieras porque serán las
últimas palabras que digas –dijo Dani amenazándome.
-Un momento, denos una oportunidad de
escapar, háganos una prueba –dijo Alex dirigiéndose al jefe:
-Está bien, os diré
un acertijo, si falláis morís y si acertáis os vais, escuchad: un copista
propone reorganizar la sala de miniaturas. Clarisa quiere ir detrás de Esteban,
pero éste también quiere ir detrás de Clarisa. ¿Cómo se resuelve este problema?
–dijo el jefe.
Yo pensé que no podía ser tan fácil, pero
lo consulte con mis amigos y respondí:
-Basta con colocarlos espalda contra
espalda.
-Es correcto… ¡Prendedlos! – ordenó el jefe.
En vista de la trampa, Alex encendió una
cerilla y la echó en un montón de cajas y cartonajes apilados en la estancia.
Todo se incendió y de Dani nunca más se supo. Elena, Laura y Alex consiguieron
escapar y volver al parque, pero nunca consiguieron explicar una aventura que jamás olvidarían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario