-¿Aria? ¡Aria!
-¿Eh? ¿Qué?
La clase se rio ante mi confusión.
-Te estaba preguntando quién fue el rey que alcanzó el trono
español el mismo año que Luis XIV murió –el profesor disipó mi confusión.
-Esto… pues… -esto me pasa por estar ensimismada en mis
pensamientos- ¿Felipe IV?
El profesor suspiró:
-Fue Felipe V, ¿cuántas veces voy a tener que repetirlo para
que te enteres?
-Yo… lo siento –bajé la mirada avergonzada.
-Procura estar más atenta la próxima vez.
Asentí y seguí mirando el paisaje que se divisaba desde una
de las ventanas de mi clase: edificios y más edificios y ni un solo jardín. En
la ciudad en la que yo vivo es un poco, un poco no, bastante difícil encontrar
un jardín en condiciones.
Desde luego que esta ciudad tan contaminada y con tan poco
vegetación, no tiene futuro.
Y así suelen ser todos mis días, aburridos, sosos, poca
conversación (solo hablo con mi madre, con las demás personas de mi edad no
suelo relacionarme, ni ellas conmigo) y con un único deseo al final del día: terminar
las clases para ir a un invernadero que descubrí hace poco que pusieron cerca
de mi casa.
Pero supongo que os preguntaréis: ¿por qué voy a ese
invernadero y no al mío?
Si es así, solo os digo que esa pregunta tiene una fácil
respuesta: desde la muerte de mi padre, mi madre me prohibió la entrada al
invernadero por si me infectaba con la planta que supuestamente mató a mi padre
y digo supuesta porque sigo sin creerme que mi padre cultivase una planta que
podría matarlo.
Pero digo yo, ¿no habría sido más fácil haber quitado esa
planta y poder dejarme entrar en el invernadero?
Supongo, que como es el recuerdo más vivo que tenemos de mi
padre, mi madre habrá querido dejarlo tal y como él lo dejó.
Abro los ojos y me doy
cuenta de que he vuelto a soñar con un día de instituto y muy real… Tengo las
defensas muy bajas por lo que suelo estar continuamente enferma, mi madre
decidió sacarme del colegio y que diese las clases en casa para preservar mi
salud. Todos los días veo pasar a chicas como yo, de 16 años, riendo y hablando
unas con otras y la envidia empieza a corroerme por dentro, la envidia de lo
que ellas tienen y yo no, me es imposible evitar este sentimiento que me mata
por dentro lentamente.
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