A mi padre le encantaban las plantas, quizá por eso era jardinero.
Recuerdo que todas las tardes, cuando yo volvía del colegio,
siempre había una flor distinta en mi habitación. Supongo que esa era su forma
de decirme que me quería, ya que a mi madre también le dejaba una flor todos
los días en su cuarto.
Un día nos dijo que pensaba instalar un invernadero en el
jardín de nuestra casa, gracias a que teníamos un extenso jardín, así se hizo.
Yo recibí la noticia con mucho entusiasmo a diferencia de mi
madre, que puso bastantes pegas: que si nos iba a costar mucho dinero
instalarlo, que si íbamos a gastar mucha agua y por lo tanto recibiríamos los
recibos del agua con muchos ceros, etcétera. Al final mi padre le convenció de
que era una buenísima idea instalarlo, ellos ya conocían mi pasión por las
plantas heredada de mi padre, y puede, incluso, que algún día, podrían vender
sus propias plantas. A los pocos días el invernadero ya se encontraba en el
jardín.
Y todas las tardes, al llegar del colegio, y me pasaba horas
y horas allí metida. Sé que suena ridículo, ¿pero qué se le va a hacer? Yo era
así y por aquel entonces no tenía remedio.
Pero entonces, como ocurre siempre, llegaron los problemas:
mis padres empezaron a discutir todos los días y yo siempre iba a refugiarme al
invernadero, a obtener un poco de paz, porque sé que suena un tanto extraño,
pero eran las únicas que me escuchaban, yo les preguntaba y ellas me
respondían, en el fondo eran mis únicas amigas, yo era y sigo siéndolo muy
tímida por lo que me costaba mucho hacer amigos.
Un día, al venir del colegio, me encontré a mi madre
llorando en la cocina, le pregunté qué era lo que le pasaba y me dijo algo que
ni yo misma podía creerme por aquel entonces:
-Tu padre… se- se ha muerto…
Esa noticia fue un duro golpe para mí, mi madre me dijo que
había sido a causa de la infección de una planta venenosa que él mismo había estado
cultivando con mucho esmero. No podía creérmelo, una de las cosas que mi padre
más amaba en el mundo lo había matado.
Y si yo era yo ya era la rarita del colegio, imaginaos
cuando entré en el instituto. Quería tanto a mi padre que su pérdida a mi madre
y a mí nos había afectado bastante, me cerré y me convertí en una solitaria,
total, para la gente que se jactaba de mi presencia…
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