La lluvia impedía ver las oscuras
calles de aquella ciudad con claridad.Oía mi respiración entrecortada y nada
más que silencio. Parecía que únicamente pisaba charcos, manchando de barro mis
botas. Corría… ¿Pero de qué? No sabría decirlo, desconocía la naturaleza de
aquello que intentaba atraparme. Un chico de rizos castaños corría tras de mí,
Harry, me gritó que no mirase atrás, que corriese todo lo que pudiese, tenía
miedo. ¿De verdad iba a morir aquí y ahora? Ahora entiendo la expresión “ver
pasar la vida por delante”. Ojalá pudiese borrar con una goma todo aquello que
hice mal y reescribirlo. Si tuvieses la oportunidad de cambiar ciertos aspectos
de tu vida… ¿lo harías?
Llegamos sin respiración a un edificio
aparentemente abandonado, tenía el aspecto de una Iglesia gótica. Echamos abajo
la puerta de madera podrida por el paso del tiempo y entramos en el
interior. En vez de escondernos en
alguna parte nos quedamos examinando la soledad de este edificio. Me pregunté cuántas
personas habrían pasado por aquí. Qué conversaciones habrían oído estas
paredes, ahora desgastadas, paredes de piedra, pero, ¿hasta qué punto?
El corazón de las personas es como una piedra,
frío y duro. Causamos dolor a otros como si les lanzásemos una piedra tras otra,
dañando continuamente.
Una piedra, una palabra. El ser humano por
naturaleza lanza piedras sin conocer el tamaño de la herida que puede llegar a
causar.
Suspiré abatida, tal vez iba a morir allí
mismo, bajo la mirada de aquellas paredes, llegué incluso a aceptar mi propia
muerte, estaba cansada de huir, pero eso significaría rendirme, y no quería
eso, estaba harta de no enfrentarme a mis miedos y dudas, debía, por una vez en
mi vida, hacerles frente. Morir no era la solución. Pero aquella chica, si se
le podía llamar así, la velocidad a la que corría no era propia de un ser
humano. ¿Cómo enfrentarme a “eso”?
Alguien gritando que nos escondiésemos, tal
vez Harry, me devolvió a la realidad. Bajé corriendo las escaleras y por el
rabillo del ojo alcancé a ver como aquella chica daba un impresionante salto y
aterrizaba al pie de las escaleras golpeando la cabeza de Harry contra el
suelo.
Uno menos.
Decidí no volver a mirar atrás, no quería
atormentar mi mente para el resto de mis días con la muerte de otro ser
querido, simplemente verlo me destrozaría aún más. Pero, ¿qué más daba si iba a
morir?
Cada vez que cierro los ojos recuerdo sus
manos frías agarrándome de los hombros impidiendo que me moviese apretándome
boca abajo en el suelo, como me dio la vuelta y clavó su mirada fría como el
hielo en la mía y rodeó con sus manos mi cuello y solo vi… oscuridad.
Decidí salir de ella.
La primera coma debería ser un punto, a no ser que la lluvia oiga tu respiración entrecortada.
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