Pese a que era un
día bastante soleado, para mí lo era nublado. Iba vestida de negro, lo que
reflejaba mi estado de ánimo.
Había una chica
sentada en un banco de la plaza del Ayuntamiento, tendría quince años. Lo único que hacía era quejarse, pobre del
que se encontrase al otro lado de la línea telefónica:
-No soporto este
estúpido pueblucho al que nos hemos mudado, odio a mis padres ¿cómo han podido
alejarme de mis amigos? ¡¿De mi vida?! Siempre me están jodiendo.
Yo también me mudé
una vez y no fue tan malo, quizá piense así porque, por aquel entonces, era
pequeña.
En el fondo,
alejarte de la casa donde naciste, de las personas que una vez conociste,
sabiendo que posiblemente no las volverás a ver, es doloroso.
Me hago sufrir a
mí misma cada vez que recuerdo mi vida pasada. Muchas veces me pregunto cómo
sería mi vida e incluso yo misma si siguiese viviendo en mi ciudad natal. Pero ahora vivo en este pueblo y soy feliz
aquí.
Lo mejor sería
alejar los recuerdos de mi infancia de mi mente.
Aparté la vista de
aquella chica que seguía despotricándole al móvil y me centré en una
conversación más importante que la de ella:
-La reunión del
alcalde con el Presidente está concertada para hoy -dijo Lynn.
-Lo más normal es
que ambos estén compinchados, ¿no? –supuse.
-Exacto –Lynn
esbozó una media sonrisa– pillas las cosas bastante rápido. Has hecho un buen
fichaje con ella, Jude.
-¿Fichaje? No
recuerdo el momento en que nos pusimos a hablar de deportes.
Lynn puso los ojos
en blanco y bufó, Jude soltó una carcajada y me sonrió. Me sonrojé tontamente y
aparté la mirada.
-¿Me he perdido
algo? –preguntó Harry.
Recuerdo que fue
un 15 de julio cuando conocí a Lynn. El pelo rubio lo llevaba recogido en una
trenza y un mechón de pelo apuntando hacia arriba para parecer a cierto
personaje japonés.
Jude nos
contó que Lynn era una vieja amiga suya
que trabajaba en el Ayuntamiento y les informaba de todos los movimientos del
alcalde, ya que este recibía órdenes directas del Presidente, Russell, bueno,
casi todos los movimientos, de su último ataque a la base no nos pudo avisar.
-Y tras este breve
lapsus en el que parece ser que Harry andaba un poco perdido…
-¡Eh! –La
interrumpió Harry- no estaba perdido –rechistó.
-Claro que no lo
estabas, ¿cómo iba a perderse alguien tan mono como tú? –no conseguí saber si
Lynn sonrió burlonamente o sinceramente.
Harry sonrió un
poco, como si le diese vergüenza.
La voz de Jude
rompió el silencio en el que nos habíamos quedado sumidos.
-Gran parte de las
personas que trabajan en el Ayuntamiento no son de fiar, muchos acatan las
órdenes de Vulcanus.
-Y a parte de
ellos -siguió Lynn- hay unos cuantos guardias que vigilan los sótanos donde
mantienen retenida a vuestra querida Arizona.
-¿Qué hacemos para
llegar a los sótanos? –pregunté.
-Buscarlos y
entrar en ellos, digo yo, ¿no? –esta vez sí que sé que sonrió burlonamente.
-¿Y los guardias?
¿Cómo nos los quitaremos de encima? –preguntó Harry.
-Vosotros sois los
que tenéis “poderes”, algo se os ocurrirá
-Gracias, Lynn, tu
ayuda ha sido honorable.
-De nada, Jude, tu
ironía siempre será bien recibida. Había pensado en que yo os facilitaría la
huída una vez hubieseis rescatado a Arizona. Además, en la puerta de cada celda
hay una alarma que pita cada vez que se abre, a no ser que se introduzca la
contraseña. Os la podré desactivar solamente durante tres minutos.
>>En total tendréis diez minutos para
entrar en los sótanos y rescatarla. Una vez pasado ese tiempo activaré los
explosivos colocados en todo el Ayuntamiento.
Y una cosa más,
cuando exploten…procurad que no os pase nada – <<¿Y a mí quién me lo procura?>>
Vi el miedo
reflejado en los ojos de Lynn. No era tan valiente como quería hacer creer, en
cierto modo, me recordaba a Arizona, seria, a ratos burlona, para tapar el miedo que siente.
Lynn se dio cuenta
de que llevaba un tiempo observándola, creí que me sonreiría socarronamente,
pero en su lugar clavó sus ojos castaños en los míos, parecía que intentaba
decirme algo que con la boca no podía. Con una simple mirada uno era capaz de
levantar el estado de ánimo de alguien, de transmitir apoyo o de dañar el
corazón de una persona. Tal vez, uno de mis mayores fallos fue no comprender el
significado de aquella mirada.
Un chico de
estatura media se interpuso entre nosotras rompiendo el contacto visual.
-¿Qué quieres,
Harry? –preguntó Lynn.
Harry se pasó la
mano repetidas veces por el cabello, gesto que solía hacer cuando estaba nervioso.
-Había pensado en
que podría acompañarte para…protegerte –Harry terminó la frase mirándola a los
ojos.
-No necesito que
me protejas. Sé cuidarme yo solita.
Una sombra de
dolor cruzó el rostro de Harry pero aún así siguió insistiendo:
-No quiero que te
pase nada.
-Y yo ya te he
dicho que no necesito tu ayuda –Lynn se levantó de la silla en la que se
encontraba sentada con la intención de despedirse ya de nosotros pero él la
cogió de las manos impidiéndoselo.
-Por favor, Lynn,
mírame a los ojos cuando te hablo, escúchame solo un momento, solo te pido eso.
Lynn se mordió el
labio inferior, exhaló un largo suspiro posponiendo más el momento, como si
pretendiese darle más intriga pero yo sabía que no era así, estaba nerviosa.
-Está bien… -le
miró a los ojos- ¿Qué es lo qué quieres?
-Tal vez nunca
vuelva a verte -acercó su rostro al de ella.
-¿Te gustaría
volver a verme? -Pensé que debería dejarles intimidad, me sentía bastante
cotilla sin apartar la vista de ellos.
-No hay nada que
deseé más en el mundo que eso. –Harry alzó la mano derecha con torpeza y le
acarició la mejilla pero con miedo a que ella apartase la cara, rechazándole.
-Entonces, volveré
por ti –le dio un beso en la mejilla. En el rostro de Harry vi la sonrisa más
amplia y sincera de todas las que había visto en mi vida.
Me habría gustado
que se hubiesen besado en los labios y se hubiesen jurado amor eterno. Creo que
soy demasiado peliculera. Supongo que esa clase de amor solo existe en los
libros y las películas. A veces, me pregunto si algún día sabré lo que es esa
clase de amor, si lo sentiré en vez de leerlo tanto en los libros. Busqué a
Jude con la mirada pero parecía que ya no se hallaba allí. Lo que no sabía en
aquel entonces era que buscaba a la persona equivocada.
Recuerdo que había
un libro que mi padre no dejaba leer a nadie, ni siquiera a mi madre.
Una vez, cuando mi
padre estaba fuera de casa, fui a su despacho y encontré el libro encima de su
mesa, encuadernado en piel, cuando toqué su portada una sacudida eléctrica me
recorrió todo el cuerpo, caí de rodillas al suelo, la cabeza me dolía
demasiado, todo me daba vueltas. Me sentí asustada, no comprendía que acababa
de suceder, pensé que iba a desmallarme cuando de pronto me agarraron por
detrás, era mi padre con una expresión furiosa en el rostro, me llevó a mi
habitación y me tendió en la cama bruscamente.
-Te dije que no lo
tocaras –dijo sin la menor emoción en sus palabras lo que me asustó aún más.
Dicho esto se fue de mi habitación dando un fuerte portazo.
Miré pensativa el
techo blanco de la habitación. ¿Qué era lo que había sentido al tocar ese
libro? ¿Qué había escrito en él como para qué mi padre no se lo dejase leer a
nadie? Y el título no me decía mucho…
-Proyecto Tierra… ¿Qué
escondías entre tus páginas? –susurré.
-¿Aria? –era Jude,
parecía que llevaba bastante tiempo intentando captar mi atención.
-No sabía que
seguías aquí.
-¿Creías qué me
había ido a enfrentarme solo contra todos los guardias? ¿Me tomas por un loco
suicida? Y encima, dejarte aquí para que te perdieses toda la diversión. Me
decepcionas, Aria, creía que confiabas más en mí. No soy ningún loco suicida
abandona personas.
Su comentario me
hizo gracia que era lo que él pretendía.
-En mi defensa,
tengo que decir que poner mi vida en peligro enfrentándome a los guardias no es
una gran diversión. Yo suelo divertirme más haciendo otro tipo de cosas.
Pese a que Jude
sonrió se le veía serio.
-No cometas
ninguna estupidez, ¿vale? No quiero perder a nadie más –me acarició levemente la
mejilla pero apartó tan rápido la mano que creí que me lo habría imaginado.
Cuando dio media
vuelta para dar por zanjada la conversación como solía hacer siempre, llamé su
atención con una pregunta:
-¿Sabes qué es
“Proyecto Tierra”?
-¿Dónde has oído
ese nombre? –preguntó dándome la espalda.
-No importa donde
lo oí. No has respondido a mi pregunta.
-Proyecto Tierra
es algo que… nunca debió descubrirse.
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