Hablemos de la triste historia de cómo dos palabras pierden
su significado para una persona. Dado que “persona” es un sustantivo femenino
nos referiremos a tal término con el pronombre “ella”.
Desde pequeños nos han enseñado a pedir perdón cada vez que obramos
mal, y a perdonar, ¿verdad? Pero mi observación es la siguiente: ¿por qué
obramos mal? Nos pasamos la vida diciendo “lo siento”, y quien siga creyendo
que no estoy en lo cierto, puede dejar de leer esto.
Bien, si sigues aquí, te lo agradezco. Así que volveré al
punto anterior: ¿por qué obramos mal? Y no me refiero a cuando rompemos un vaso
sin querer o nuestra madre se enfada con nosotros por no limpiar nuestra
habitación. Me refiero a cuando herimos a alguien, sí, alguien con
sentimientos, no somos duros como una piedra, pese a lo que algunas personas
piensen.
Ella estaba cansada de oír esas dos palabras, “lo siento, lo
siento y lo siento”, continuamente. Ya no les encontraba su significado
inicial, se habían convertido en dos vocablos sin sentido. ¿Tuvieron un
significado alguna vez? Quiero decir, bien podrían ser simplemente dos palabras
que quedaban bien juntas y darle ese significado conjunto, o ¿por qué “lo” y
“siento” tienen esos significados? O más bien desvaríos míos.
Lo cierto es que ella estaba acostumbrada a que le
decepcionasen, es decir, a oír esos dos términos, quizá por ello le costaba tanto
confiar en alguien, vivía con miedo a que ese alguien le hiciera oír ese
mensaje, nuevamente.
Así fue como ella se deshizo del significado de “lo siento”,
tanto daño acumulado terminó haciendo mella en su interior. Habían dejado de
existir.
Ella, continuamente pensaba: “¿por qué no paran de hacerme
de daño? ¿Por qué no pueden simplemente dejarme en paz?" Ellos, envenenándome
con sus palabras, haciendo creer imposibles.
Nosotros, los seres humanos, siempre tendiendo a ilusionarnos
con nada, desilusionándonos en cuestión de segundos.