Ha
pasado un poco más de un año desde que te fuiste y todavía cuando
llego de clase y entro a mi habitación, dejo la mochila en la cama y
me acerco a la ventana. Hoy, por ejemplo, las pequeñas gotas de agua
todavía permanecen en el cristal a pesar de que cesó de llover hace
un rato. Admiro su capacidad para seguir adelante y abarcar mayor
cantidad de superficie, desconocedoras de que el sol con sus potentes
rayos luminosos terminará haciéndolas desaparecer, y con ellas todo
su duro esfuerzo.
Todavía
acuden las lágrimas a mis ojos cuando te recuerdo. Una vez más me
pregunto por qué existen tantas injusticias en este mundo en el que
vivimos. ¿Por qué tuviste que ser tú y no otra persona?
Admiro
cómo conseguiste mantener la compostura a pesar de que conocías
perfectamente el desenlace de tu lucha. Admiro cómo aceptaste el
final.
Cuando
tu corazón dejó de latir algo se resquebrajó en mi interior, te
habías ido; y lo que es peor, nunca fui capaz de expresarte lo mucho
que significabas para mí. Vivo con miedo de no ser capaz de expresar
el popurrí de sentimientos que hay en mí, que tal vez algún día
explote y no sepa qué hacer con ellos. Y es que el problema está
ahí: es imposible saber cuándo abrazarás a alguien por última
vez, o cuando será la última vez que podrías decirle que la
querías.
Desde
que te perdí vivo con ese miedo constante y sin embargo, aun no soy
capaz de expresar mis sentimientos, como si temiese que esa forma de
sentir no fuese recíproca, como si temiese que se perdiesen en la
retahíla de palabras que los seres humanos decimos al cabo del día.
Prefiero expresarme con pocas palabras. Solo necesito dos para decir
“te quiero”. Solo necesito un simple movimiento de mis brazos
para abrazar. ¿Para qué desperdiciar mi saliva en multitud de
palabras vacías? Hablamos demasiado y hacemos más bien poco…
Tampoco fui capaz de hacer nada para salvarte. Tal vez no sea capaz
de hacer nada. Tal vez sea otro deshecho inútil incapaz de seguir
adelante, amante de regodearse en el pasado. No puedo ayudar a todo
el mundo, no puedo pretender que voy a arreglar este mundo tan
espantoso en el que vivimos, un mundo en el que cada día mueren
injustamente tantas personas.
Pero,
¿sabes una cosa? Todo sigue avanzando. La pregunta es, ¿cuándo lo
haré yo? En ocasiones, la única forma de seguir adelante es retomar
las cosas de nuestro pasado que son las que nos detienen. Tenemos que
lidiar con ellas de frente, sin importar lo escalofriantes que puedan
ser; porque una vez que lo hacemos, nos daremos cuenta de que podemos
ir más lejos de lo que jamás imaginamos. Tú no habrías querido
que me quedase atrás.
Pero
esto son solo una serie de razonamientos que se pasean por mi cabeza
como ya es habitual. Hoy no es un día especial. Tan solo vuelvo a
alejarme de la ventana y centrarme en mis apuntes de la universidad,
aunque mi mente se encuentre divagando lejos, muy lejos de aquí.
Otro día más en el que te echo de menos. Quiero que lo sepas aunque
nunca vayas a ser capaz de leer esto.